San Agustín, desde la razón a la fe, fusionó la filosofía con la doctrina cristiana, destacando la importancia de entender para creer y creer para entender, influenciando así el pensamiento medieval y futuro.
Hijo de un pagano (Patricio) y de una cristiana (Santa Mónica), encarna en su vida, casi a las postrimerías del Imperio Romano de Occidente (354-430), el tránsito de la Edad Antigua al Medievo. Aunque educado en su infancia y niñez por la religiosidad de su madre, pasó a vivir, en su juventud, como un licencioso pagano de su época, llegando a ser padre soltero a los 18 años. A sus 19 años, la lectura de una obra de Cicerón (Hortensius) infundió en él una apasionada vocación por la filosofía, que ya mantendría hasta el final de su vida.]]>