El inmaculado 2020 que estaba protagonizando Djokovic se vio interrumpido en el US Open, cuando con un pelotazo involuntario a una jueza de línea se ganó la descalificación del Grand Slam estadounidense. Fue entonces cuando aparecieron los demonios del número uno del mundo, criticado en muchas ocasiones por esa manera de ser tan suya y tan lejos de la ejemplaridad que a veces sí se le atribuye a sus rivales directos, véase Nadal o Federer.
En Roma, por tanto, el serbio tenía la oportunidad de reivindicarse y volver a centrar la conversación en su tenis. Con triunfos con autoridad en los primeros partidos -a excepción del set cedido ante Koepfer-, Djokovic afrontó sus últimos duelos con la certeza de que no se vería las caras con Nadal, jugador que más veces se ha hecho con la corona en la capital italiana. Tras superar a Ruud en la semifinal, solo Schwartzman, verdugo del español, se interponía entre él y una victoria sanadora que traería consigo un récord nada desdeñable.
Así las cosas, en el Foro Itálico de Roma, Djokovic se sobrepuso en una final que empezó con dudas, sobre todo en su revés, pero que fue madurando gracias a su mejor derecha. Al final, y pese a dar la batalla sobre todo en la primera mana, Schwartzman poco pudo hacer ante un rival que apenas cedió terreno en los últimos juegos.
Confirmada su victoria, Djokovic sumó su quinto título en Roma, pero lo que es más importante, desempató con Nadal como el jugador con más Masters 1.000 de la historia del tenis: 36. Le siguen Federer, tercero con 28 títulos; Andre Agassi, cuatro con 17; y Andy Murray, quinto con 14.
En unos días, el actual número uno del mundo se enfrentará a otro reto: desbancar a Nadal de su trono en París. De conseguirlo, añadirá a su palamarés el décimo octavo Grand Slam de su carrera, y se quedaría a tan solo uno del español. Atrás, casi olvidado, quedaría ya el incidente protagonizado en el US Open.
