Corría el minuto 73 de juego en el Santiago Bernabéu. Messi, tras caerle un balón que buscaba el limbo, inicia un contraataque cruzando campo propio hasta que Modric, con la mueca de estar adentrándose en una epifanía, se va al suelo y le niega cualquier opción. Esta jugada, que pasaría inadvertida en cualquier otro encuentro como un lance más, fue la representación absoluta de dos modos de entender la vida y el fútbol. Mientras el argentino, abatido y abonado a los fiascos europeos desde 2016, dejó de creer con el error de Donnar ...