Los años de la pandemia son para el olvido, en todo menos los sacrificios de los encargados de responder a la emergencia y el acierto de las medidas tomadas para enfrentarla. Olvidar lo primero sería una imperdonable ingratitud, y no recordar las buenas decisiones denotaría desinterés por aprender de la traumática experiencia, porque no solo se derivan lecciones de los errores.
Todo comenzó con temor e incertidumbre. Llegaban noticias de efectos devastadores en Italia y España, donde los hospitales no daban abasto. En Nueva York, grandes furgones refrigerados hacían las veces de morgues, y en las calles de Guayaquil se acumulaban los cuerpos. Temíamos tocar cualquier cosa fuera del hogar y desinfectábamos hasta el último artículo comprado en supermercados donde había filas de ingreso, con los clientes espaciados por marcas en el piso. Utilizábamos mascarillas y leíamos noticias sobre la interminable espera por una vacuna. Evitábamos las aglomeraciones y nos desplazábamos en horarios predeterminados. El comercio sufría y con él sus empleados.
Pasado el tiempo, la fatiga empezó a apoderarse de gran número de personas. Surgieron las fiestas clandestinas y otras formas de evadir controles. El hastío se tradujo en rebeldía y rechazo a las medidas impuestas para preservar la salud de todos. Las autoridades del momento fueron blanco del enojo y pagaron un fuerte precio político.
Hoy, un estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong cataloga a Costa Rica entre los países con mejor manejo de la covid-19 según los datos de exceso de mortalidad. Los investigadores se fijaron en la diferencia entre la cantidad de muertes por cada 100.000 habitantes, previstas en un período determinado y los decesos realmente ocurridos.
Costa Rica, con 195 muertes más de las presagiadas, está en el primer quintil de una lista de 95 países examinados. Solo Canadá, con 191 muertes en exceso, nos acompaña en la lista de los más destacados. El promedio mundial fue de 359 muertes en exceso por cada 100.000 habitantes, y el país peor posicionado, Rusia, sufrió 1.125 muertes en exceso por cada 100.000 habitantes.
El estudio, advirtió nuestra información del 13 de mayo, es un ejercicio de los académicos de Hong Kong, divulgado en un blog y no en una publicación científica sometida a los rigores de indexación y revisión por pares de los autores, pero sin duda constituye una buena aproximación, congruente con la observación de la realidad nacional y circundante.
Si por alguna imprecisión inadvertida no estuviéramos en el primer quintil, sino en el segundo, de todas formas el éxito sería notable. Solo tendríamos la compañía de otros cuatro países del continente, con ventaja sobre Alemania, Finlandia y Holanda, pertenecientes al tercer quintil. Comoquiera que se vea, el resultado es impresionante.
Quizá no todas las molestias y los sacrificios fueron necesarios. Hoy se sabe, por ejemplo, que la desinfección de cuanto objeto entrara a la casa no era indispensable porque la transmisión del virus se produce por partículas suspendidas en el aire. No obstante, en medio de la incertidumbre, valía la pena cuidar todos los riesgos posibles y el resultado final lo demuestra.
Otras medidas, como la restricción vehicular, fueron primeras en causar hastío, en buena parte por incomprensión de sus motivaciones. La restricción vehicular no era para evitar el salto del virus de un auto a otro, como se decía para chotear la medida, sino para reducir la movilidad de las personas y evitar su socialización, con lo cual se romperían las burbujas y aumentarían los contagios.
La eficacia de las medidas en nuestro país fue objeto de estudio por la Universidad de Costa Rica (UCR). Rodolfo Romero, uno de los autores del trabajo publicado en la Revista Panamericana de Salud Pública, recordó que la pandemia debía ser examinada en forma integral, tomando en cuenta no solo las medidas —cuyo impacto no es uniforme— y el comportamiento de las personas, sino también el virus y sus variantes.
Los datos de la Universidad de Hong Kong apuntan a que el resultado integral, en nuestro caso, fue el ahorro de mucho dolor, y sería mezquino escatimar a las autoridades del momento los méritos conquistados.