El mando soviético, que mostró un escaso interés por la vida humana como así lo atestiguan algunas de sus decisiones militares y ciertas acciones de represión contra la población civil, tuvo un papel protagonista en las defensas de Leningrado y Stalingrado y en la definitiva toma de Berlín
El mariscal Zhúkov tuvo en vida, como después de su muerte, tantos seguidores como detractores, tantas personas que lo idolatraron como lo odiaron. La explicación no es sencilla, pero sus hechos, según el bando que los cuente, le acarrearon tantas alabanzas como menosprecios. El prestigio de Zhúkov comenzó a formarse en la campaña de 1938 en Mongolia, en una guerra no declarada contra Japón. El Ejército Rojo llevaba la peor parte en la batalla de Jaljin Gol, cuando 80.000 soldados, 180 carros de combate y 450 aviones atacaron a las fuerzas soviéticas. El entonces comandante pidió refuerzos sin que le fueran concedidos. No le quedó más remedio que idear una maniobra envolvente con dos brigadas de tanques. ]]>