El final de la guerra en Europa dejó un panorama desolador de destrucción de ciudades, sed de justicia y venganza, millones de desplazados y refugiados, hambre
Si hay un paisaje que muestra el final de la Segunda Guerra Mundial es el de los escombros. Pueblos, ciudades enteras, amanecieron reducidas a un amasijo de ladrillos, polvo y piedras. En el momento de la rendición, ocho millones de hogares estaban ya destruidos, según las estimaciones más bajas. Fueron el efecto más visible de unos bombardeos dirigidos contra la población como objetivo único. Cada uno de esos hogares tenía una historia propia que contar, un relato de violencia que marcó la fase de reconstrucción del más duro y más sangriento de los conflictos contemporáneos.]]>