La comunidad internacional ha manifestado su temor por las actividades de investigación sísmica de Rusia en la Antártida, las cuales, según expertos, podrían encubrir objetivos de prospección de hidrocarburos y que estén buscando explotar los recursos de combustibles fósiles en la región.
Esta preocupación resurge en un contexto de extremas tensiones geopolíticas por la invasión rusa de Ucrania, lo que intensifica las alarmas sobre una posible competencia estratégica en uno de los últimos espacios sin reclamaciones territoriales militares del planeta.
Moscú ha llevado a cabo desde hace tiempo programas de mapeo y sondeo de la geología antártica, tanto terrestre como submarina pero datos recientes indican que sus navíos de investigación habrían descubierto reservas de gas y petróleo equivalentes a 511.000 millones de barriles de petróleo, una cantidad aproximadamente diez veces mayor que la producción total del Mar del Norte en cincuenta años.
Los descubrimientos pusieron en alerta a la comunidad internacional que teme que el Kremlin intente violar el Tratado Antártico de 1959, compromiso internacional enfocado en preservar la paz y fomentar la cooperación científica en el continente.
El Tratado Antártico establece que la Antártida debe utilizarse “solo para fines pacíficos”, prohibiendo expresamente las actividades militares y la creación de bases militares, así como la realización de explosiones nucleares y la eliminación de desechos radiactivos.
Este tratado ha sido crucial para evitar disputas territoriales y fomentar la investigación científica en un espíritu de colaboración. “Tenemos un tratado muy exitoso aquí. Los vientos geopolíticos son desafiantes, pero necesitamos mantener el curso con esto”, advirtió David Rutley, viceministro de Asuntos Exteriores británico.
“Hay una preocupación de que Rusia esté recopilando datos sísmicos que podrían interpretarse como prospección en lugar de investigación científica”, expresó Klaus Dodds, profesor de geopolítica en el Royal Holloway College, e insistió en diferenciar entre las actividades permitidas y aquellas que podrían amenazar la prohibición permanente de la minería y la integridad de las protecciones ambientales en la Antártida.
A su vez, informes sobre el navío Akademik Alexander Karpinsky, sancionado por Estados Unidos en febrero a raíz de la guerra en Ucrania, han provocado especulaciones sobre las verdaderas intenciones tras las expediciones científicas rusas en la región antártica. Según la administración estadounidense, la embarcación es operada por PMGE, filial de Rosgeo, compañía estatal rusa dedicada a la exploración geológica de petróleo, gas y minerales.
El futuro energético global, en juego
Los investigadores a bordo de los navíos rusos han hecho un hallazgo que podría redefinir el futuro energético global, pero también pone en riesgo la paz y la ciencia que históricamente han caracterizado a la Antártida. Estas reservas, que representan aproximadamente diez veces todo lo producido por el Mar del Norte en medio siglo, podrían tener consecuencias significativas no solo en términos económicos sino también geopolíticos y ambientales.
La opción de que Moscú esté considerando la explotación de estos recursos ha generado tensión entre los estados miembros del Tratado Antártico, que prohíbe expresamente cualquier actividad relacionada con la extracción de minerales y la militarización de la región.
Este tratado, firmado durante la Guerra Fría, ha servido como un baluarte de paz y cooperación científica. Las actividades de prospección bajo la apariencia de la ciencia ponen en entredicho la efectividad de este acuerdo y la voluntad de Rusia de adherirse a sus principios.