A un paso de la jornada electoral, hay decisiones que aún no están tomadas… pero que ya pueden perfilar lo que podría esperar a México en su próximo sexenio.
Desde antes del inicio de la campaña en marzo, la intención de voto ha favorecido a Claudia Sheinbaum. Todo indicaría que el 2 de junio la primera presidenta de México sería de la coalición de Morena, PT y PVEM.
En las encuestas electorales, las tendencias han sido estables desde hace algunos meses: se nota la ventaja de Sheinbaum sobre Gálvez y, aunque ambas candidatas a la presidencia han tenido disminución en la preferencia del electorado que ha aprovechado Jorge Álvarez Máynez, hay poca variación en los escenarios que podemos esperar.
Para Alejandro Moreno, consultor y director de encuestas y estudios de opinión en El Financiero, es evidente la estabilidad en las preferencias electorales y las series de encuestas como la que ha publicado ese medio muestran pocos cambios, si acaso, variaciones menores, en la intención de voto.
Por su parte, Salvador Vázquez, arquitecto del Barómetro Electoral de Bloomberg e investigador de datos de la consultora Integralia, señala que a pesar de la baja de ambas candidatas la tendencia no se revertirá y, hasta el momento, el ascenso de Álvarez Máynez es destacable pero no cambiará la perspectiva.
De acuerdo con Lorena Becerra, analista política y especialista en encuestas, la diferencia en esta elección es el impacto que podría tener el empuje de las campañas locales y la división del voto para varios partidos en las diferentes contiendas.
¿Cómo está el panorama y qué podemos esperar?
Las actuales campañas presidenciales se han diferenciado de las que hubo entre 2000 y 2018, cuando las encuestas registraron cambios importantes en el apoyo ciudadano en los meses previos a los comicios.
Desde poco antes del arranque de las campañas, la candidata del partido gobernante, Claudia Sheinbaum, registró una ventaja sobre Xóchitl Gálvez en las encuestas, la cual prácticamente se ha mantenido sin variaciones importantes y que ha sido de alrededor de 17 puntos porcentuales en la serie de encuestas nacionales de El Financiero.
A decir del poco movimiento hasta ahora, el escenario más probable es la persistencia de una ventaja similar a la que se ha mantenido desde el inicio, pero esas preguntas significan escenarios probables diferentes, y, por supuesto, unos más probable que otros, así que veamos en qué consisten.
La estabilidad en las preferencias que ha prevalecido hasta ahora es un indicador de que es probable que así continúen las cosas. Hasta ahora, no ha habido nada que cambie el rumbo de las tendencias en la intención de voto, así que, para mirar hacia adelante, el pasado reciente pareciera una guía sensata. Considerando que las encuestas pueden tener una ligera variación muestral, manteniendo otros aspectos constantes, de más o menos 3 puntos porcentuales, el escenario de una ventaja persistente consiste en que Sheinbaum se mantenga adelante en las encuestas entre 14 y 20 puntos porcentuales respecto a Xóchitl Gálvez, considerando los números de El Financiero, ya que el mercado de encuestas públicas muestra niveles distintos de apoyo.
La encuesta que publicó El Financiero el pasado 26 de abril arrojaba un apoyo de 49 por ciento a favor de Sheinbaum, de 32 por ciento a favor de Gálvez, 8 por ciento manifestó la intención de votar por el candidato naranja, Jorge Álvarez Máynez, y un 11 por ciento de personas sin definición. En porcentajes efectivos, recalculando sin ese 11 por ciento de indefinidos, Sheinbaum se perfilaría bajo esos números a obtener alrededor del 55 por ciento de la votación válida, mientras que Gálvez obtendría alrededor del 36 por ciento, una diferencia de 19 puntos.
Este escenario no es muy distinto a lo que sucedió en 2018, cuando AMLO obtuvo el 53 por ciento del voto, o el 55 por ciento si se consideran solamente votos válidos, mientras que los candidatos del PRI, PAN y PRD, partidos que hoy postulan a Xóchitl Gálvez, obtuvieron juntos casi el 39 por ciento del voto. La diferencia con 2018 radica en que Máynez, como abanderado de MC y tercero en discordia, trae en las encuestas poco más que el 5 por ciento que obtuvo El Bronco como candidato independiente. Veremos si efectivamente lo rebasa, como estima la encuesta que le ubica en 8 por ciento. El principal apoyo a Máynez proviene de los segmentos más jóvenes del electorado, que también han sido menos propensos a votar, así que veremos cómo sale el candidato naranja al final.
En un segundo escenario la ventaja de Sheinbaum podría ampliarse, en parte como respuesta del electorado a su propia campaña, así como en respuesta a las otras dos campañas, la del Frente y la de MC. La encuesta de El Financiero citada anteriormente mostró que la imagen de Sheinbaum y la imagen de Gálvez empeoraron durante las primeras semanas de la campaña presidencial, pero, en balance, el empeoramiento fue más dramático en el caso de Xóchitl, al bajar de 39 a 29 por ciento la opinión positiva que tiene entre el electorado. Pareciera que ese desgaste se debe, en buena medida, a que el tono de la campaña negativa o de ataque no sólo no ha redituado lo que esperarían desde la esquina de Xóchitl, sino que incluso parece estarle quitando simpatías. El segundo debate, que tuvo lugar después de esa última encuesta, quizás haya dejado otra impresión, pero de continuar esa tendencia negativa en la imagen de Xóchitl, bien podría esperarse una ampliación en la ventaja que le lleva Sheinbaum. Y no solamente porque Sheinbaum pudiera avanzar en las preferencias, sino porque votantes de la oposición podrían voltear hacia el lado naranja si se decepcionan de la candidata frentista.
Ese aspecto podría jugar en contra de Xóchitl Gálvez y probablemente incidir en una mayor ventaja de la candidata puntera, que el candidato de MC crezca en las preferencias, sobre todo a costa de Gálvez. Eso no significa que Máynez sea un candidato esquirol, como algunos le han llamado. Las encuestas revelan que su campaña ha sido atractiva para un segmento joven, urbano y digitalizado, al cual Xóchitl ha tenido más dificultad de atraer o de mantener, pensando en quienes ya tenían pensado votar por ella en algún momento. Es esperable que Máynez continúe enfocado en ese segmento joven en la recta final, aunque cualquier ajuste de su estrategia hacia otros grupos que le encuentren atractivo podría también tener implicaciones en el voto para el Frente.
La campaña de Xóchitl Gálvez ha dejado muy claro que la percepción de que hay tiro, de que la contienda está competida, les resulta beneficiosa, pero esa percepción no se genera solamente a partir de la divulgación de algunas encuestas favorables que le ubican cerca o en empate estadístico respecto a su principal adversaria. La reducción de la ventaja con Sheinbaum sería más bien el resultado de que su campaña negativa y de ataque comience a mermar a la candidata de la 4T, acaso persuadiendo a electores obradoristas o apartidistas que apoyan a la 4T a cambiar de opinión, y a considerar votar por la candidata del Frente. Hasta ahora, el voto obradorista se ha visto muy sólido, pero si la campaña de Xóchitl ya detectó alguna grieta podrían tener chance de aprovecharla. Habrá que ver si es el caso. Este escenario también implica que en el tercer debate pudiera haber información o revelaciones de las que suelen denominarse de nocaut. Por lo visto hasta ahora, no pareciera ser el caso, pero hay que reservarse una dosis de sorpresa.
Otra posibilidad de carácter técnico es que las encuestas estén sobreestimando significativamente el apoyo obradorista. Desde los años noventa se ha observado que las encuestas suelen mostrar un sesgo a favor del partido en el gobierno, y esta puede no ser la excepción. La pregunta sería de qué magnitud es ese sesgo o sobreestimación. Unos 5 o 6 puntos son factibles. Pero 10 puntos o más lo veo poco probable. En nuestra encuesta de El Financiero en el Estado de México el año pasado, que suele criticarse por no haber sido suficientemente predictiva, la sobreestimación del voto de Delfina Gómez fue apenas de 3 puntos, prácticamente dentro del margen de error: la encuesta última publicada arrojó 57 por ciento a favor de la morenista y 43 por ciento a favor de Alejandra del Moral. El resultado oficial fue de 54 a 46 por ciento. Otras encuestas mostraban una diferencia más amplia, pero no fue el caso de El Financiero, por lo que es difícil prever una sobreestimación mayor.
Desafortunadamente esos posibles sesgos no son evidentes hasta que sepamos el resultado de la elección. No obstante, podemos dar por sentado que sí es probable que haya algún tipo de sobreestimación por razones técnicas y metodológicas. Y no me refiero a otro tipo de “sesgos”, que incluye el uso propagandístico de las encuestas, que son de tipo no técnico, sino más bien político, al enfatizar y propagar una ventaja o de reducirla por razones de campaña. En los distintos bandos se puede dar esa práctica.
No es imposible, pero, por lo que muestra la mayoría de las encuestas, es poco probable. Un escenario en el que Xóchitl Gálvez gana la elección presidencial significaría un electorado anti 4T movilizado, activo, manifestando su rechazo a la continuidad del proyecto obradorista. Sí hay un electorado que tiene esos rasgos, pero la pregunta es si logra ser una mayoría o una pluralidad, en vez de representar a la primera minoría que hoy avizoran las encuestas. Un escenario así pondría a las encuestas en jaque, ya que no se prevé e implicaría un voto oculto de gran magnitud, poco probable (el voto oculto suele darse pero no es de magnitud mayor), o un cambio de preferencias de último momento, también factible pero no previsible hasta ahora, cuando las preferencias parecen férreamente polarizadas. Tendría que haber algo que intervenga, un cisne negro.
Este escenario tiene, a su vez, dos vertientes: que Xóchitl ganara por una diferencia mínima o que saque una ventaja inobjetable. Esta segunda opción es todavía menos probable, pero algunos analistas han señalado que es lo que sucedió en 2000 con el triunfo de Vicente Fox, a quien las encuestas ponían rezagado y finalmente se alzó con la victoria. Ciertamente, eventos como ese, tipo cisne negro, nos invitan a no perder la capacidad de sorprendernos. Sin embargo, hay algunos aspectos que hay que considerar: este 2024 no es el 2000, el partido gobernante en ese momento había acumulado un mayor repudio social; el candidato de oposición tenía una mejor imagen; el presidente en turno no se metió en el proceso electoral, o eso dicen, y fue él quien reconoció el triunfo de la oposición antes que otros; las encuestas finales mostraban un empate estadístico, con Francisco Labastida ligeramente arriba, mientras que los modelos de votantes probables ya daban un ligera ventaja a Fox desde abril, cosa que hoy no se ve en las encuestas en el caso de Xóchitl, por lo menos no en la serie de El Financiero.
En fin, creo que pensar en que 2024 podría ser otro sorpresivo 2000 es posible, pero poco probable. De nuevo, el argumento de la sobreestimación también podría aplicar a este escenario, pero con menor punch que en el anterior. Por supuesto, con los escenarios 3 y 4, las encuestas quedarían muy mal paradas en su credibilidad y en medio de arenas movedizas.
Con encuestas nacionales es muy difícil estimar el número probable de curules que le correspondería a cada fuerza política, lo cual depende de varios factores, incluido el número de distritos ganados por mayoría relativa y la traducción de votos a curules con las fórmulas que establece la ley. No obstante, las encuestas nos ofrecen algunos elementos útiles para plantear escenarios para el Congreso.
Uno de ellos es el grado de voto dividido que se está dejando ver en los sondeos, que no luce muy grande. En la encuesta de El Financiero mencionada anteriormente, la coalición de Morena cuenta con una intención de voto para el Congreso similar al de su candidata presidencial, algo que no sucedió en 2018, cuando AMLO obtuvo 55 por ciento del voto válido y la coalición liderada por Morena el 46 por ciento. Hubo más voto dividido en 2018 de lo que se prevé ahora. Cualquier nivel de voto similar o ligeramente superior a ese 46 por ciento significaría controlar la mayoría de la Cámara de Diputados, mientras que un nivel de 55 por ciento o más pondría a la coalición de la 4T en posición de lograr una mayoría calificada, el llamado Plan C de AMLO. De nuevo, habrá que ver si hay cambios en las tendencias y, de haberlo, de qué magnitud es la sobreestimación del partido gobernante en los sondeos, pero la mayoría de la 4T en la Cámara Baja es muy factible.
Las encuestas parecen estar pasando por una crisis de credibilidad en estas campañas electorales, en parte por el abuso al que se les ha sometido en la narrativa política. De no ser certeras, es esperable que la crisis de credibilidad se profundice. Como investigador de opinión pública, espero que las encuestas que se publiquen en estos días resulten muy informativas y que nos permitan reenfocar o confirmar estos escenarios, los cuales he planteado con base a la encuesta publicada el 26 de abril en El Financiero, ya rebasada quizás por varios eventos. Creo que se requieren más encuestas, de calidad, informativas, íntegras, transparentes, que capturen lo mejor posible las voces y preferencias ciudadanas, y que nos guíen en la incertidumbre que genera la competencia política.
Desde la perspectiva de Salvador Vázquez, las tendencias en las encuestas electorales han sido notoriamente estables, con ligeros movimientos en los números, pero sin cambios significativos en la preferencia. Sólo hay un personaje que ha experimentado un ascenso notorio, especialmente entre los jóvenes: Jorge Álvarez Máynez.
“En realidad nadie ha mostrado ningún tipo de cruce o reversión significativa. En la última estimación del Barómetro Electoral de Bloomberg bajaron Sheinbaum y Xóchitl. Aquí el ganador parece ser Álvarez Máynez, aunque el asunto es que las tendencias no pintan para cambiar demasiado”, señaló Vázquez.
De acuerdo con el especialista, el éxito de Máynez se debe a la popularidad que ha tenido entre los jóvenes, pero ello no implica que se refleje en votos. “A juzgar por los resultados más recientes, parece ser que el efecto que está teniendo Máynez impacta más a Sheinbaum que a Gálvez”, señaló. “Pero tampoco está tan arriba”.
Para Vázquez, el ascenso de Máynez probablemente se debe a su desempeño en el debate, así como la campaña de posicionamiento que ha tenido mayor penetración en los jóvenes. “La canción de la campaña es sólo un ejemplo de efectividad entre los jóvenes. Pero el asunto es que las tendencias no parecen cambiar demasiado, considera Vázquez. “Si me preguntas si las tendencias se van a revertir, no lo creo”.
A pesar de una campaña marcada por debates y estrategias comunicativas, la estabilidad podría ser atribuible a la polarización política existente, donde los mensajes tienden a ser filtrados y recibidos de manera selectiva por los votantes, dependiendo de su afinidad con el emisor. Este fenómeno, conocido como “cognición motivada”, sugiere que los votantes interpretan la información de acuerdo con sus creencias preexistentes.
A diferencia de la elección presidencial, la conformación del Congreso no está definida. Vázquez afirma que un escenario legislativo es complicado de estimar. No obstante se perfila por una mayoría simple para Morena. “Parece que habrá una mayoría simple para la coalición de Morena, PT y Verde, no una mayoría calificada. El escenario de mayoría calificada no parece probable en este momento”, advierte Vázquez.
Es aquí en donde Movimiento Ciudadano tendría un papel clave como partido pivote al promover el voto tanto para Álvarez Máynez como para el partido. “Esa estrategia para invitar a los ciudadanos a que voten toda la planilla y no piensen en dividir su voto, es algo que en algunas plazas, en algunos estados, es mucho más probable que suceda”, dice Vázquez.
Salvador Vázquez señala que después de seis años de un ambiente comunicativo son polarización en México, marcado por las constantes “mañaneras” del presidente, se evidencia una división en la opinión pública. “López Obrador, con su eficacia comunicativa, ha contribuido a polarizar a la sociedad en dos o tres grupos distintos. Uno, favorece a la coalición gobernante, influenciado por los mensajes presidenciales y beneficiarios de programas sociales. Otro, que es un grupo opuesto, crítico del presidente; y otro que son los ‘independientes’, que no están atentos, que no les interesa mucho la política y que suelen ser más jóvenes”, destaca Vázquez. — Por Lucero Longino
Lorena Becerra, analista política y especialista en encuestas, señala que en el panorama actual las elecciones locales tienen bastante relevancia y le están dando un impulso a la nacional. “Las contiendas a nivel estatal traen un ritmo distinto, se están moviendo en su propio ámbito y se puede apreciar un voto dividido”, afirma la experta.
Esta interconexión entre lo local y lo nacional se manifiesta en un fenómeno hasta ahora poco común: el voto dividido, donde la ciudadanía se perfila por diferentes opciones en distintos niveles de gobierno.
“Esta es una continuación del 2021, donde no hubo una elección presidencial paraguas. Ahorita esto está teniendo esa retroalimentación entre lo local y lo nacional”, afirma Lorena Becerra.
Este enfoque descentralizado de la política ofrece una oportunidad para la diversificación de los poderes, afirma.
Para la experta, la clase media es un actor fundamental en el proceso que podría definir el voto. “Es la clase media, pero la clase media que está más enojada por la figura del presidente que ha tratado de convertir esta elección en un referéndum sobre su gobierno”, expresa.
La experta considera que la Oposición podría dar ese mensaje de alerta. “Depende de amalgamar a la gente que considera que Morena puede ser peligrosa, que Morena necesita un freno, que Morena no está manejando bien la inseguridad y que Morena lo ha hecho mal en el tema de salud. Si la Oposición logra unir a todos estos grupos que traen estas preocupaciones, podrían tener un resultado no tan malo el 2 de junio”, advierte.
Por otra parte, a decir de la especialista, hay dos factores que podrían desincentivar que la gente vote. El primero, es la inseguridad con la operación de un crimen organizado y que la gente tenga miedo de que existan episodios de violencia. El segundo, es el desencanto pues la ciudadanía no considera que el perfil de los aspirantes sea el ideal. “Hay un buen porcentaje de la población que te dice que estamos eligiendo entre el menos malo de los candidatos”, advierte.
En la experiencia de Lorena Becerra, desde las elecciones de 2018, México ha sido testigo de una profunda realineación en las preferencias de los votantes. Anteriormente, las divisiones se manifestaban en términos de género, edad, nivel educativo y ocupación, pero este año esas diferencias se desvanecieron en gran medida, con un amplio apoyo hacia López Obrador, especialmente de las clases medias y los segmentos más educados.
El descontento con el gobierno anterior y la falta de una alternativa convincente contribuyeron al triunfo del actual presidente. Sin embargo, a partir de 2021, estas diferencias han vuelto a surgir. Los sectores más educados muestran un desencanto creciente hacia Morena y el presidente, reflejando un cambio en la dinámica electoral. La gestión gubernamental y el desempeño de los gobernadores morenistas serán factores determinantes en las elecciones venideras.
No obstante, Lorena Becerra señala que la importancia de ejercer el voto será lo que realmente determine el futuro del país. — Por Lucero Longino
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