Entre lo dicho en el discurso de su investidura y en los gestos de su toma de posesión de ayer, parece claro que Salvador Illa asume partes nucleares del ideario separatista de ERC. Sólo en catalán, sin la bandera de España y prometiendo lealtad a unas «instituciones nacionales de Cataluña» que jurídicamente no existen y que resultan incompatibles con la fidelidad prometida también a la Constitución y al Rey. Tanto en el fondo como en la forma de sus primeras horas como presidente de la Generalitat es evidente la entrega de Illa a sus avalistas, que seguirán pasando al cobro la factura de su apoyo al dirigente socialista. Nada bueno para el conjunto de España puede salir de esa alianza entre ERC y Sánchez que, como pago previo, ya concedió la secesión fiscal, dinamitando así la Constitución, el principio de solidaridad e igualdad jurídica actual, como primer paso hacia la España confederal. Poco tardará en hablar de la consulta, que ha de ser parte sustantiva de este nuevo 'procés'.
