La escena se repite, también el paisaje. Desde hace meses, los vehículos que circulan a diario por la M-40, entre Coslada, Vicálvaro y los alrededores del Metropolitano, observan el mismo puzle. Cada semana, la carretera de circunvalación amanece con nuevos bloques de hormigón en el flanco interior, dentro del proyecto para mejorar los accesos al estadio del Atlético y la futura Ciudad del Deporte. Hasta ahí, todo normal, más allá de las lógicas molestias que las obras ocasionan a los conductores. «Lo que no es normal es lo otro», coinciden varios de los habituales, sorprendidos por una plaga que crece casi a la par de los propios trabajos. Como si de un decorado se tratara, los grafiteros aprovechan las noches...
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