Me anda persiguiendo la escena del asesinato de los guardias en el muelle de Barbate como una pesadilla de Melville o algo, la lancha viniéndose sobre la pequeña embarcación en una tiniebla de viento, de agua y de negrura, y ese final de empuje de cuatro motores a tiro de piedra del pantalán allí tan cerca y tan lejos de los niños, la mujer y los abuelos que dormían en la casa ajenos a la tragedia. Isak Dinesen conocía las canciones de África, de la jirafa y la luna sobre las colinas Ngong y yo me sé la dársena de Barbate, y conocí a Paco el botero y a Agustín al que su primo, desaparecido en un naufragio, se le...
Ver Más