Fui a Lisboa, en mayo, a quitarme una hora y mirar en el Tajo quién soy yo. Ahora, me he tatuado en tinta invisible aquello de Ortega, el otro torero, el de 'Nuremberga' y Gasset , lo de que el amor es una estupidez transitoria. A Lisboa fui para curarme un golpazo de tiempo, que se me va entre las manos, que se me está yendo, con una sobrina de la que aún no tengo el tacto de tío ni ese calor inocente de una vida que comienza que igual me rejuvenece. De lo segundo, de lo del amor como gilipollez temporal, quiero y no quiero creer que es así. Tiempo y amor, y los dos me fallan. Los relojes...
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