La democracia española atraviesa momentos de enorme gravedad. No se trata solo de que el diagnóstico económico o social no sea especialmente alentador. El desarreglo va más allá, e iba a decir que afecta… a la propia legitimidad del sistema. Pero no, la especie «legitimidad», acaso por su uso excesivo, sugiere demasiadas cosas, lo que equivale a afirmar que no dice ninguna. De modo que conviene averiguar otra palabra. Quizá, la de «representación». Sufrimos una crisis de representación. Por descontado, el presidente, los ministros, los diputados, ocupan sus cargos con arreglo a los requisitos que marca la ley. Esta clase de legitimidad, que más valdría llamar «legalidad», no está en disputa. Para darse cuenta de lo que no va como...
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