De alfa a omega caben 21 variantes de preocupación o de interés para la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aunque son 24 las letras del alfabeto griego, el sistema de nomenclatura aprobado en mayo de 2020 para nombrar a las variantes del covid coronavirus SARS-CoV-2 descartó a nu y a xi, para no llevar a confusión con ciertas palabras y apellidos en según qué idiomas. Nos quedan, en principio, nueve letras griegas más antes de que se acaben. Nueve sustos mutantes. ¿Nada más que nueve?
Como recordaba aquí el profesor de virología de la UAM José Antonio López Guerrero a Newtral.es, es normal que los virus vayan cambiando, mutando, introduciendo elementos que de forma aleatoria terminan en algunos casos por adaptarse y ser exitosos en su convivencia con los humanos. Es ahí cuando hablamos de una variante nueva.
Pese a que este virus de ARN muta relativamente poco, como señalaba aquí el profesor de la Universidad de Valencia Fernando González Candelas, sí que hay cambios que resultan significativos en aspectos de transmisibilidad (más contagioso) o patogenicidad (más daño a quien lo contrae). Y el ritmo del cambio, en contextos de alta transmisión, es previsible que sea importante. Así que no es descabellado pensar que, ante un virus camino de ser endémico, surjan más de nueve variantes nuevas.
Es en esos puntos cuando, además de cambiar sus características, muestran cierta distancia genética de otras variantes en circulación. Y la OMS incluye a esa nueva variante en la clasificación ‘de preocupación’ (VOC, Variant Of Concern), asignándole una letra griega, para evitar la estigmatización del país donde se detecta por primera vez. Nadie sabe cuándo puede surgir una nueva variante de preocupación, pese a que el pasado verano circulase el bulo de que la OMS y la Fundación Gates manejaban un cronograma.
De la misma forma que las matrículas de coches en la mayoría de países europeos dependen de un sistema alfabético parecido, al llegar a Omega, la OMS tendría dos opciones: empezar de nuevo por Alfa, añadiendo un segundo carácter afanumérico (Alfa-2; Alfa-Alfa, por ejemplo); o usar una nomenclatura totalmente distinta.
Aunque no hay una decisión tomada, la organización maneja usar el nombre de constelaciones celestes no muy conocidas, una vez surja una variante distinta a Omega. En una entrevista concedida a New Scientist, la jefa técnica de la OMS Maria Van Kerkhove ha asegurado este jueves lo siguiente:
“Estamos considerando ponerles el nombre de constelaciones de estrellas, pero hemos recibido cierto rechazo. Si seguimos adelante con ese plan, elegiremos constelaciones que sean menos conocidas para que no haya estigma en las hermosas estrellas que vemos en el cielo”, responde a Helen Thomson, editora del área de COVID-19 de la revista científica.
Las etiquetas para las variantes de preocupación basadas en letras griegas son un complemento a las nomenclaturas científicas, que usan dígitos alfanuméricos. Según explican desde la OMS, “los sistemas de establecidos para nombrar y rastrear los linajes genéticos del SARS-CoV-2 por GISAID, Nextstrain y Pango están y seguirán siendo utilizados por científicos y en investigaciones científicas”. Así, Ómicron es conocida como B.1.1.529 por el identificador de linaje PANGO. El identificador de clado GISAID es GR/484A. Y el identificador de clado Nextstrain es 21K.2.
Esto, al margen de su pléyade de mutaciones. Cada mutación del virus (pueden ser compartidas por distintas variantes) se designa con una letra (aminoácido) seguida de unas cifras (posición del genoma) y otra letra (aminoácido que ha cambiado). Por ejemplo, E484K significa que el aminoácido (o ‘ladrillo’ de instrucciones genético) E se ha convertido en una K en la ‘casilla’ 484 del genoma de virus.
La líder de la OMS también indica que tendremos una respuesta sobre cuán transmisible es Ómicron en apenas días. “Aún no tenemos una respuesta sobre si superará a Delta (…) necesitamos ver cómo circula junto con el delta en otras áreas”.