La escena de la campaña por el Día de la Carne de Res resulta épica. Los jugosos cortes de carne a la parrilla se amontonan mientras un chef corta los bifes sacados de las brasas. Podría tratarse de un aviso publicitario de un restaurante de 5 estrellas, que además todos sabemos que tiene precios prohibitivos y estratosféricos, imposibles de incluir en un menú popular.
Sin embargo, es la publicidad estatal para celebrar el Día de la Carne de Res producido por el Ministerio de Agricultura.
La actitud desaprensiva del ministro Ángel Manero respecto al hambre ya es conocida. Se ha negado en reiteradas oportunidades a admitir los números que diferentes estudios establecen sobre el particular, uno de ellos elaborado por la FAO, que podría considerarse un ente rector internacional para ese ministerio, ya que se aboca a los temas técnicos que le son comunes.
Los estudios coinciden en señalar que el hambre en el Perú ha crecido, que los peruanos en cada vez mayores proporciones dejan de alimentarse a lo largo del día y se saltan una o dos comidas, en el caso de los pobres y pobres extremos; y que en otros sectores socioeconómicos la calidad de los alimentos se ha rebajado y se están supliendo proteínas por productos que llenan, pero no alimentan.
La anemia infantil y la desnutrición crónica van de la mano con esta precarización de la comida popular. Por eso resultan tan apreciadas las galletas hechas con sangrecita o el arroz fortificado, que son iniciativas surgidas desde la sociedad civil y las propias organizaciones internacionales.
Pero si junto con el desatino comunicacional de mostrar esos jugosos trozos de carne que resultan inalcanzables para la economía popular, se presenta una presidenta que cree que se pueden cocinar tres platos, incluido el postre, con 10 soles, ya solo podemos concluir que la desconexión con la realidad es institucional y al parecer contagiosa. Hay que darse una vuelta por los mercados para tomar contacto con la gente. Pero con 3% de popularidad no parece posible.