La devoción a la Virgen del Rocío tiene un antecedente remoto que se localiza en el siglo XIII. Desde entonces ha crecido de manera exponencial con manifestaciones periféricas repartidas a lo largo del año, de las que son principales artífices los almonteños velando por este milagro de la religiosidad con personalidad y esmero. La protesta desatada en Sevilla en defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen que había negado en septiembre de 1613 el dominico Fray Diego de Molina, llegó a Mures (actual Villamanrique) y a otros enclaves rocieros, tales como Almonte y su entorno, de la mano de los frailes franciscanos. Juan Carrasco Solís precisa este dato escribiendo en el Boletín Informativo de la Hermandad Manriqueña de diciembre...
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