Solo se entiende lo que es ser madridista en una tarde de mayo como la de ayer. La afición blanca dormita durante el resto del año, hace frío y las terrazas no son tan plácidas, vive con normalidad seguir a un transatlántico como el Real Madrid . Lo hace con pasión sí, pero consciente de que lo mejor está por llegar. Y son la primavera y la Champions League las que convierten la dócil rutina en una jungla sin piedad, un ambiente como no hay dos en Europa. Y ante el Bayern de Múnich no fue una excepción. Las oficinas, una vez más, se vaciaron antes de tiempo y la masa blanca acorraló al Santiago Bernabéu desde bien pronto, bajo el característico cielo rojizo de la capital. Ardía el cielo y ardían los aledaños del estadio, bengalas, cargas policiales y cuerdas vocales desgarradas fueron los que presenciaron los bávaros en su llegada en autobús. Mucho más calmado pero mucho más imponente se mostraba el interior del feudo, solemne grada, tan vertical que parece que a uno se le va a venir encima en cualquier momento. El himno a capela precedió al pitido inicial. Lo que aconteció después, ya es historia. Noticia Relacionada Real Madrid 2 - Bayern 1 estandar No El error al pitar fuera de juego en la última jugada ensombrece la noche de Marciniak Martínez Montoro El juez de línea y el árbitro se equivocaron al señalar fuera de juego, pues una vez pitada la jugada ya no pudo entrar el VAR Todo el mundo sabía que iba a pasar, y la historia del Real Madrid es tan rocambolesca que hasta un hijo de inmigrantes gallegos nacido en Alemania, el gran Joselu desde ahora, es capaz de ser héroe en la tormenta. El Madrid es como la visión idealizada e inexistente de los Estados Unidos, la tierra de las oportunidades. Ya anotado el doblete por el delantero y certificado el pase a la final de Wembley, la fiesta se descorchó. Imágenes icónicas instantáneas, como el bueno de Rüdiger , que emuló a su compañero Alaba y se hizo con una silla de plástico, como el austríaco en la remontada ante el PSG en 2022. Ambos se pasearon sobre el verde con el anodino objeto, convertido una reliquia de culto. La afición se volvía loca a su paso. Kroos, ex del Bayern, también tardó en retirarse al vestuario, mucho más empático el teutón y dedicado a consolar a los rivales, visiblemente afectados tras ver cómo una final se les escapaba en cuestión de tres minutos, que fue lo que Joselu tardó en mandarles a la lona con dos zarpazos. Todo el mundo sabía que volvería a pasar y pasó. Las tardes de mayo siempre son legendarias cuando el Real Madrid juega por la Champions.