No hay que hacer caso a quienes quieren llevar la literatura al campo del entretenimiento y el ocio vacuo: los grandes libros merecen protegerse porque sus autores fueron capaces de asomarse a los abismos del alma humana y extraer de ellos lava incandescente que se acercará a la verdad del hombre y de la mujer con más precisión que cualquier tratado. No siempre se consigue, porque la escritura, como cualquier otra tarea que se haga saltando al vacío sin la red que asegura conservar los huesos, puede hacerse con ojos que se equivocan o manos incapaces de traducir lo que bulle en la cabeza inquieta, pero cuando se logra sus autores han dejado en el mundo algo más que un...
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