Paradojas de la vida. Iván Pedroso, el hombre que tantos disgustos dio a la afición española en el pasado con sus victorias sobre Yago Lamela en salto de longitud, ha sido el gran salvador de la selección en los Mundiales que acaban de ser clausurados en Glasgow. El cubano, actualmente entrenador especializado en saltos horizontales, que trabaja con un grupo de atletas de élite mundial en Guadalajara, ha aportado dos medallas de bronce al equipaje de regreso de la expedición, vacío de metales hasta la jornada final. Pedroso es un hombre extremadamente serio, muy reservado. En la zona de calentamiento del Emirates Arena de Glasgow llamaba la atención por lo pendientes que estaban siempre de él sus atletas, que recibían indicaciones todo el tiempo. Estiramientos, aceleraciones progresivas, batidas, trabajo de flexibilidad, el técnico cubano, siempre vestido con el chándal de España, corregía constantemente y daba consejos técnicos a Ana Peleteiro y Fátima Diame como si cada nueva recomendación fuera a mejorar su rendimiento, evitar una lesión o pulir un defecto técnico. Y realmente lo logró en Glasgow. La España de Pedroso es la que sí ha triunfado en los Mundiales. Dos bronces y seis posiciones de finalista. ¿Es un buen resultado? ¿Es insuficiente? ¿Cómo comparar con el balance de campeonatos previos, de generaciones anteriores? «La valoración es buena», indica Pepe Peiró, seleccionador español, quizá con un punto de autocomplacencia, teniendo en cuenta que España ha terminado 26ª en el medallero de Glasgow. «Hemos tenido dos medallas, pero podrían haber sido más porque Mariano García no tuvo su día, lo de María Vicente fue una lástima y a Asier Martínez no le dejaron. Por eso yo digo que el balance está bien. En la noche del sábado calculé tres medallas porque contaba con las de Peleteiro, Diame y Mariano. Bueno, al final han sido dos«, concluye Peiró. «Estos campeonatos han sido una montaña rusa de emociones», señala Raúl Chapado, el presidente de la federación. «Comenzamos desolados por la lesión de María Vicente, pero el equipo ha sabido recuperarse y yo creo que todos los atletas españoles, absolutamente todos, han estado a un buen nivel competitivo, dentro de lo que se esperaba de ellos. La lástima es que ha habido circunstancias que nos han impedido mostrar nuestro auténtico potencial», añade. Una de las sorpresas en el plano positivo ha llegado de la mano de Quique Llopis. El atleta de Gandía ha dado un salto de calidad y con su cuarto puesto en los 60 metros vallas ya se asoma por derecho propio a la élite mundial. Se acabó lo de estar a la sombra de Asier Martínez. Retroceso en mediofondo Es en el mediofondo, siempre la gran fortaleza de España, donde el análisis ha de ser más crítico. La suspensión de Katir por dopaje privó a la selección de su valor más importante. Por contra, Adel Mechaal brilló con dos sextos puestos, que lo reafirman como un atleta muy fiable, que siempre rinde a su nivel, que no falla. Mario García Romo ha perdido velocidad terminal este invierno, al parecer por el elevado volumen de kilómetros que está acumulando y que debería proporcionarle beneficios este verano. Está sin chispa. En 800 metros, Mariano García, en gran forma, fue menos inteligente que sus rivales en la final. Se obsesionó con tomar la cabeza del grupo y eso le costó tropiezos, codazos e inestabilidad durante toda la carrera. Su quinto puesto dejó un sabor muy amargo. El cántabro Attaoui rindió a un buen nivel, como la madrileña Ibarzábal. Noticias Relacionadas reportaje Si Después del... atletismo Manuel Carballo: las mil vidas de un campeón engañado Ignacio Romo estandar No Atletismo Kipchoge completa su peor maratón y se llena de dudas para los Juegos Javier Asprón La memoria histórica del atletismo español, la enorme lista de corredores que han subido al podio desde los 800 hasta los 3.000 metros a lo largo de los años, parece obligar a considerar cualquier campeonato sin medallas en mediofondo como un retroceso. Desde los años ochenta, con los triunfos 'indoor' de José Luis González, la selección está muy mal acostumbrada. La mayor debilidad del atletismo español, sin embargo, no estuvo presente en Glasgow. Porque estuvo ausente. La falta de españoles con un nivel suficiente para competir en altura y pértiga convierten a los saltos verticales ahora mismo en un terreno semidesértico y deberán pasar años para que los Arturo Ortiz, García Chico o Ruth Beitia encuentren sucesores de calidad. Está claro que se necesita trabajo, mejores medios económicos para los entrenadores, potenciar el sistema de detección de talentos y estimular la continuidad de los atletas jóvenes para revertir la situación actual. En los anteriores Mundiales (Belgrado, 2022) España regresó con un bagaje de un oro, una plata y 11 posiciones de finalistas. Un resultado que queda grande a la hora de compararlo con Glasgow. «Creo que España ha tenido una actuación aceptable, quizá le pondría un 6», declara a ABC el anterior director técnico, Ramón Cid. «Es cierto que cuando nos fallan algunas estrellas, por diferentes motivos, el equipo se resiente. Lo bueno es que realmente no ha habido ningún pufo. Todos los atletas españoles han competido en su nivel». Estamos en un año olímpico, de la máxima exigencia. En dos meses tendremos los Mundiales de relevos, donde las Bestué, Sevilla, Pérez y compañía deberán defender el prestigio del 4x100 español. Más adelante llegarán los Europeos de Roma, en junio. La capital italiana será un excelente termómetro para medir la temperatura de nuestro atletismo a sólo seis semanas de los Juegos Olímpicos aunque no será el test definitivo. Siempre nos quedará París.
