En las discusiones de poder nunca prestemos atención a lo que nos están diciendo los actores involucrados. Los políticos, y quienes los rodean, pelean y disputan por espacios, por cargos, por estructuras y, sobre todo, por influir en el curso de los acontecimientos. Pero como la democracia no puede tolerar tal nivel de sinceridad, por momentos los representantes prefieren utilizar discursos recubiertos por argumentaciones morales acerca de lo que está bien y lo que está mal. De ahí viene aquello de que es muy difícil soportar un archivo.
Las diferencias al interior de Juntos por el Cambio (JxC) han ocupado mucho espacio del análisis periodístico y político en los últimos tiempos. Estas son atizadas por factores externos e internos. En primer lugar, la aparición de los nuevos movimientos de derecha radical o libertarios a nivel global que ponen en un lugar incómodo a las fuerzas de centro derecha más tradicionales. No sólo expresan con más claridad el enojo de una parte de la sociedad sino que su promesa de resolución rápida de los problemas sintoniza muy bien con el clima de época signado por la instantaneidad que prometen las redes sociales.
En segundo lugar, la ya larga crisis económica argentina pone en tensión a las dos coaliciones que dominaron la política durante la última década. No vamos a hablar aquí del espacio que lidera Cristina Fernández de Kirchner pero sí sabemos que su crisis abre un interrogante sobre la coalición que se formó con el objetivo primordial de desplazarla del poder. Cuando uno de los polos declina el otro se ve afectado. Pero fue en el marco de esa misma crisis, que JxC no pudo extender su estadía en el gobierno en 2019 producto de la decepción de una buena parte de sus votantes. ¿Por qué esa misma fuerza lograría volver al poder tan sólo cuatro años después si nada cambió?
Elecciones 2023, ¿el año que puede sepultar a la grieta?
La primaria de JxC acumula entonces varias tensiones. Las diferencias entre sus contrincantes respecto a lo que se debe hacer en el eventual caso de llegar al gobierno es una de ellas. La disputa por el liderazgo, que involucra a los potenciales candidatos pero también al expresidente, es otra. Qué hacer en la Ciudad de Buenos Aires es una de las principales.
A grandes rasgos, podemos dividir en dos las posturas en la principal coalición opositora en relación al diagnóstico del país. Por un lado, aquellos que tienen una mirada más contemplativa respecto al gobierno de Mauricio Macri y consideran que la etapa que viene, de tenerlos de protagonistas, debería ser de aceleración y profundización de un programa de reformas que habría quedado inconcluso. Lo que no se hizo en la etapa Macri, signada por el entonces llamado gradualismo. En la jerga, periodistas y analistas, los llaman los halcones.
En el otro lado, están quienes tienen una mirada más crítica sobre la performance del primer presidente de Cambiemos. No sólo señalan las evidentes dificultades que tuvo, sino que en gran parte se las asignan a la falta de búsqueda de consensos con otros espacios políticos que no permitió dar sustentabilidad a la agenda de reformas que la coalición tenía intención de proponer. Si bien la agenda no es tan diferente, su intensidad y modo de implementarla, la importancia del diálogo y de ampliar la coalición son estrategias exclusivas de este grupo al que se denomina palomas.
Los principales contendientes en esta disputa son Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. A esta altura no hace falta que aclaremos qué postura representa cada uno. En el medio, o no tan al medio, Macri, que se corre de la carrera presidencial pero no queda claro que esté dispuesto a correrse de la lucha por el liderazgo dentro del PRO. Lo cierto es que hoy no hay una palabra que uno pueda considerar definitiva en este espacio político. Y como suele suceder en estos casos, es probable que la aparición de un ganador (si lo hubiera) saldará esta disputa. En el mientras tanto la pelea sucede en diversos campos a la vez. Uno de ellos es la Ciudad de Buenos Aires.
La Ciudad es relevante para este espacio por diversas razones. En términos generales porque se trata del distrito más rico del país y gobernarlo significa controlar recursos de diverso tipo. Segundo, porque fue el lugar desde el cual Macri construyó su liderazgo. Tercero, porque es tradicionalmente un territorio estratégico para el armado de las coaliciones políticas que se ubican en el hemisferio no peronista. Finalmente, porque es una usina generadora de candidatos presidenciales y también de presidentes.
La decisión de Horacio Rodríguez Larreta respecto a la elección de la Ciudad hay que entenderla en ese contexto. El Jefe de Gobierno se apresta a competir por el liderazgo de su fuerza. En ese camino tomó dos decisiones que lo enfrentaron con el viejo líder. La primera fue presentarse a elecciones más allá de la voluntad de su antiguo jefe. La segunda, fue anunciar que es él quien decide cuándo y cómo se vota en la Ciudad.
Los cuatro escenarios electorales de cambio
Por supuesto que esta decisión implica riesgos para Larreta. Estos van desde la pérdida de apoyos al interior del PRO a la pérdida de control total del territorio en caso que gane algún aliado la elección local. Sin embargo, el principal riesgo que enfrenta hoy JxC es cómo crecer electoralmente durante la competencia interna al mismo tiempo que se evitan los puntos de fuga hacia otros espacios políticos. Y este riesgo es una responsabilidad compartida por todos los integrantes de la coalición.
La foto de hoy parece anunciar un escenario de paridad entre las tres principales fuerzas. Si bien falta mucho por recorrer, esto quiere decir que se puede quedar tercero por muy poco margen. A ese lugar se puede llegar por errores que luego son irreversibles. Errores no forzados, como en el tenis. Uno de ellos puede ser no sintonizar con la ciudadanía, entre otras cosas con el nivel de internismo que está dispuesta a tolerar.