'Las amargas lágrimas de Petra von Kant' es una de las películas más celebradas de Rainer Werner Fassbinder. En 1972, los espectadores prefirieron ver 'El Padrino' y 'Cabaret', imposible culpar a nadie, pero aquella obra alemana de relaciones tortuosas y corazones rotos también dejó merecida huella. El francés François Ozon, un director de larga trayectoria que rueda a un ritmo casi 'woodyalleniano', se ha atrevido a rodar una versión libérrima de la historia, medio siglo después, cambiando la moda por el cine y sustituyendo a las protagonistas femeninas por hombres. No es la primera vez que se inspira en Fassbinder.
Los cambios son comprensibles, aunque las reformas de Ozon se pueden resumir con una expresión que ya no entiende casi nadie, lo que quizá la hace más adecuada: da una de cal y otra de arena. También reduce el título original, que era mucho más poético y refuerza el homenaje con la actriz Hanna Schygulla, que en la película de Fassbinder tenía un papel capital y que aquí se encarga de un personaje relativamente menor. Y acabemos con las comparaciones, más que nada porque no demasiados lectores recordarán una obra que ahora mismo no se puede ver en ninguna plataforma.
Valoración de ABCPlay
Federico Marín Bellón
Lo mejor de 'Peter von Kant' son sus actores y la estilizada textura que da Ozon a sus imágenes, levemente almodovarianas. Denis Ménochet está espléndido como artista y depredador cazado. Sería interesante ver a nuestro Hovik Keuchkerian en el mismo papel o incluso a Javier Bardem. Le darían una dimensión más salvaje. Isabel Adjani se excede algo en la parodia como musa marchitada, lo que nos lleva a pensar definitivamente que esto tendría que haberlo rodado nuestro Pedro, con Penélope Cruz como estrella moldeada por el monstruo. Khalil Ben Gharbia y Stefan Crepon están perfectos en sus papeles, pero seguro que en el cine español hay sustitutos adecuados.
Algún momento mágico
Bromas aparte, lo que no consigue superar la película es la sensación de impostura, que empieza con el detalle del lenguaje. Seguimos en Alemania, pero se habla francés. Tampoco ayuda el origen teatral de la historia, a la que a veces le falta oxígeno. La cinta remonta cuando los sentimientos se imponen por encima del diseño, o en ese momento siempre mágico en el que un artista se empeña en atrapar una emoción con su cámara.
Denis Ménochet, Khalil Ben Gharbia y, siempre en segundo plano, Stefan Crepon - Caramel Films
El protagonista tampoco sabe defenderse a sí mismo y los otros personajes ni lo intentan. Es un déspota que abusa de sus actores, un genio consentido que humilla a su asistente y no llega nunca a caer simpático. En un cazador enamoradizo que termina como víctima de su presa, pero ni en sus momentos de debilidad nos conquista. Ménochet, con sus recursos de buen actor, lo redime hasta donde es posible. En la vida real tardaría dos tik toks y un tuit en ser cancelado. En este caso no saldremos en su defensa.
A Ozon cabe alabarle la calidad de su cine y el salto mortal que propone, rehacer una película de culto, darle un estilo propio y que nadie se tire por la ventana.
