Volvía Uceda Leal a su plaza. Volvía la eterna esperanza de Madrid con su cuarto de siglo de alternativa en lo alto. Y con los 45 otoños que enseña su carné reverdeció los laureles de la juventud, pero con la solera y el poso de la veteranía. Qué manera de torear por los cauces clásicos, por ese toreo imperecedero capaz de rendir a Las Ventas. La comunión brotó con el Barbudo del Cortijillo: se devolvió al primero de su lote y corrió turno. Una señorial media había dibujado Ferrera en el quite antes de que este número 19 pusiera la cara por las nubes en banderillas. Lo que iba a suceder después era un misterio, desvelado por José Ignacio desde...
Ver Más