Haberse pasado la vida juntando letras y vivir de ello es algo que para los periodistas supone una satisfacción especial. Nosotros deberíamos ser los guardianes de la corrección ortográfica y gramatical, de la objetividad, del esmero a la hora de ejercer el oficio de contar pero hemos hecho mal nuestro trabajo porque en cuanto salgan a la calle comprobarán lo que sigue.
Le lenguaje y las matemáticas -en el fondo son lo mismo- sujetan este mundo. Muchas veces los alumnos amenazan con tirarme piedras por decir aquello tan efectista de que el derecho a la información está por encima del derecho a la vida. La clave está en que si no tuviéramos nombre simplemente no seríamos, no existiríamos, no podríamos...
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