Aprovechando el cabreo de un sector feminista porque tres autores usaron el pseudónimo de Carmen Mola para ganar el Premio Planeta (donde ellas siempre llevan ventaja si son famosas en televisión), hemos decidido reabrir ‘el baúl de Aurora Pavón’ donde se guardan crónicas irreverentes que tiempo atrás publicaron El Independiente, ABC y El Mundo y que, como aquellos duros antiguos de Cádiz, tanto dieron que hablar.
El formato elegido para el regreso es la crónica de situación o folletón por entregas a mitad de camino entre la actualidad y la ficción, con la intención de contar lo que pasa y no solo lo que nos gusta, y desde cierta distancia y o equidistancia de los rojos y azules. Y para levantar el velo y enseñar la peana del pretendido santo con las manos cruzadas sobre el pecho -como Isabel Ayuso en levitación- mirando al cielo como la Virgen María de la Inmaculada Concepción.
Y en esta primera entrega que nos ocupa para mostrar la peana de madera de Sor Yolanda Díaz de Calcuta, esa santa inmaculada que anda diciendo por ahí con carita de pena, el ceño compungido y la espléndida melena (que riza con la plancha eléctrica en el coche oficial), que ella, la vicepresidenta segunda del Gobierno de España, ‘no está en política para hacer política’. Ahí queda eso.
No, ella, Sor Yolanda Díaz y de Calcuta, está en política para hacer ‘obras de caridad’ como la Madre Teresa, y porque de eso trata su ‘reforma laboral’. Aunque para ello esta santa del Ferrol del Caudillo, mal que le pese, ha tenido que pecar renunciando a ‘derogar’ la de Rajoy y metiéndose en la cama con ¡el jefe de la patronal!
Y no le costó mucho a Yolanda, porque Antonio Garamendi es tan mono y tan llorón -le emocionan los indultos al golpismo catalán-, que ella no pudo resistir la tentación y se entregó. Aunque luego sor Yolanda se confesó con el Papa Francisco, el que ahora rezando está por la pederastia en España que no cesa de aflorar.
El sí de Yolanda a Garamendi ha sido como el ‘si es sí’ de los de Cayetana, la amante secreta de Teodoro. Porque lo de Arcadi es solo una fachada para tapar que su amigo catalán está liado con Federico (a lo mejor son gays), el falso Peter Lorre que se paseaba por Barcelona con el traje de Mao como si fuera el botones del Hotel Majestic.
Si señor, el Majestic de Barcelona, Paseo de Gracia 68 donde, maldita la gracia, José María Aznar se rindió ante Jordi Pujol el andorrano, al que Aznar -que mintió casi tanto como Sánchez-, actuando como Herodes y Salomé, le bailó la danza de los siete velos y le entregó en bandeja de plata la cabeza del bautista Vidal Cuadras, que previamente cortó el eunuco Al Lubiya con el alfanje de plomo para más mortificar.
Adivina, adivinanza ¿dónde estará Paco Umbral? No es fácil escribir entre costuras, a ciertas edades y en estos tiempos tan malos para la lírica, en los que el virus del ‘ombliguismo’ infecta de columnas del periodismo español. La gente prefiere un tuit que acabe poéticamente con un ‘a tomar por culo’, como decía Trillo, o algo así.
Y ¡menudo disgusto tenemos! con los últimos cuernos (que no los únicos) de la infanta Cristina que le regaló su adorado esposo y delincuente en tercer grado, Urdangarin. El que, cuando se inició el juicio de Nóos, se fue a los paparazzi y como si fuera el mismísimo Ivanhoe dijo solemne y altivo ‘he venido para defender mi honor’.
Sí, eso es, como ‘El honor de los Prizzi’ con Jack Nicholson y Kathleen Turner embelesados en una terraza de Los Ángeles y escondiendo bajo la mesa la pistola y el puñal, mientras un mariachi arrullaba la escena cantando ‘Noche de Ronda’ y ella le dice, medio desmayada: ‘nunca olvidaré este momento y esta canción’.
Sor Yolanda Díaz de Calcuta -que parece, comunista, separatista, pacifista, feminista y pro Putin- ha dicho a los cuatro vientos con una carita de pena que dan ganas de llorar, que ella no se piensa levantar de la mesa de la negociación con ERC, para aprobar la reforma laboral, ni para hacer ¡un pis!
Ella, Sor Yolanda, ya lo ha dicho ‘no está en política para hacer política’. Ni para para hacer campaña electoral en Castilla y León a donde solo irá un día e imaginamos que a Ávila por lo de Santa Teresa y por las yemas. Ni está Sor Yolanda para responder declaraciones de sus compañeros podemitas de Gobierno.
Ella está, como proclamó Abraham Lincoln en Gettysburg, en ‘el Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo’. Y ver si de una vez por todas se entera de la bondad de la reforma el macarra Rufián, que tantos honores hace a su apellido.
Ese Rufián, que siempre acaba bajándose los pantalones y mirando a la Meca ante el terrible Sánchez y que, ahora, revolotea por los escaños del Congreso como si fuera Tarzán, con el bálano embravecido (que diría Ansón) y a ver si en una de estas le suben el SMI o le regalan, al ‘tuerto’ Junqueras, un referéndum consultivo y catalán, aunque sea de cartón.
Lo de la reforma laboral, que no lo dude nadie, lo arregla Sánchez en un pis pas. Un cheque para el PNV -que siempre cobra por adelantado- y una foto con la pobre de Inés Arrimadas, que el día menos pensado se nos pone de parto en La Moncloa de tanto y venir en secreto a la guarida de Frankenstein a tomar el té, mientras Igea su candidato castellano leonés pilló el covid y está en cuarentena. Los ha mirado un cuervo y Cs se acerca al fin, mientras Tezanos le filtra a Iglesias la última manipulación del CIS.
La Pavón ha vuelto. ¡Vaya por Dios! Será una vez por semana, por mes o vaya usted a saber. Quizás para darse una vuelta y desaparecer con su amigo Peñafiel, que va a cumplir 90 en el Sacromonte de Granada, por donde anda Solea Morente cantando a don Enrique por colombianas los versos que nunca olvidaré: ‘por la calle, a bajito va quien yo quiero./ No se le ve la cara/ con el sombrero’.
Como tampoco a la Pavón con la cara vuelta y luciendo el moño negro que pintara Julio Romero en su ‘Canto al pelo’. En política española todo es así. Todo está medio oculto y medio abierto. Y por eso a sor Yolanda Díaz y de Calcuta, la del rubio pelo, ya se le ve la peana mientras ella disimula y mira al cielo implorando a la Divina Providencia que no la hagan sufrir.
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