Leo sin gran sorpresa en estas páginas que los bancos tienden a denegar los préstamos hipotecarios a los periodistas. Si tuvieran algún olfato para prever lo que traen los tiempos, los bancarios deberían denegarse los préstamos a sí mismos porque su profesión es una de las que van a desaparecer en cuatro días. Los clientes viejos lo lamentarán. Si ahora no tienen a quién preguntar cómo demonios funciona una aplicación o un cajero automático, pronto vivirán en un desierto de pantallas y tendrán que echarse a la calle a la espera de que algún otro usuario de cajero, más joven, salga a su rescate. Eso en la era en que un artista de 84 años se cae en el centro...
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