Aunque le habían informado de que la epidemia de cólera amenazaba con extenderse por toda la isla, estaba contento. El día anterior había llegado de la península de Guanahacabibes, en el cabo de San Antonio, el punto más occidental de Cuba. Venía satisfecho de inaugurar un faro y la casa del torrero. Las obras comenzaron el año anterior a su llegada a la isla, pero la Junta de Fomento había querido homenajearle poniendo al faro su apellido: Roncali. Un homenaje merecido, pensó Federico, esquivando cualquier atisbo de modestia, teniendo en cuenta que había ordenado la construcción de varios faros en los lugares de costa más peligrosos.