Por estos días circula en las redes una carta publicada por Rodolfo O’Reilly hace 15 años, en la que hace referencia de modo crítico a las modificaciones reglamentarias destinadas a proteger la integridad física de los jugadores. La palabra de un maestro como Michingo siempre tiene vigencia. Gran parte de la carta fue publicada en este espacio en 2008 y hace un par de días volvió a cobrar actualidad gracias a la oportuna difusión que le dio Eduardo Garcia Saenz. El escrito es de septiembre de 2006 y focaliza en las reglas que regulan el tackle, pero abarca varios temas. […]
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Por estos días circula en las redes una carta publicada por Rodolfo O’Reilly hace 15 años, en la que hace referencia de modo crítico a las modificaciones reglamentarias destinadas a proteger la integridad física de los jugadores. La palabra de un maestro como Michingo siempre tiene vigencia.
Michingo O’Reilly, siempre vigente. Foto: archivo Leyendas.
Gran parte de la carta fue publicada en este espacio en 2008 y hace un par de días volvió a cobrar actualidad gracias a la oportuna difusión que le dio Eduardo Garcia Saenz. El escrito es de septiembre de 2006 y focaliza en las reglas que regulan el tackle, pero abarca varios temas. En aquel entonces, era reciente la aparición del “pescador” en el juego, a partir de los cambios reglamentarios. En un pasaje, Michingo hace referencia a una lesión sufrida por Felipe Contepomi actuando como “pescador” en una jugada del test ante Gales, disputado el 17 de junio de 2006 en Vélez.
Es muy oportuna su publicación porque, a pesar del paso del tiempo, el tema tiene plena vigencia y la palabra de un sabio del rugby como Rodolfo O’Reilly (1939 – 2018) siempre debe ser leída y escuchada.
La carta de Michingo
Hace años que quiero escribir sobre el tema. Por una cosa u otra siempre postergue la tarea. Pero hoy, la cosa está muy grave , muy grave, Se me ocurre que alguien debe dar la voz de alerta.
Como hemos afirmado otras veces, los deportes nacieron, en la antiguedad, como una parodia de la guerra para los tiempos de paz. El rugby fue siempre el más perfecto simulacro de aquella.
Fue siempre UN exacto equilibrio entre el ataque y la defensa . Las destrezas utilizadas por aquel siempre encontraron un escollo en ésta . La disputa por la posesión de la pelota tuvo y tiene, en las circunstancias de inicio del juego (salidas, scrums y lines), mil y una receta y mil una contra receta, conocidas por aquellos que estudiaron el juego.
Pero, puesta en movimiento la pelota, el rugby tuvo siempre una herramienta formidable y única para la disputa y recuperación de aquella, permitiendo , desde el equilibrio formal y objetivo que creaba , la continuidad del juego. Su correcta utilización no solo generaba la detención del ataque, sino que premiaba a la defensa con la posibilidad de poseer la pelota para iniciar el contra ataque. Esa herramienta no era otra que : EL TACKLE.
Inverosimilmente, los popes de la IRB, los mismos que viraron , en 1995, hacía una ruta de destino incierto al declarar al rugby como deporte “abierto”, ordenaron a “los del reglamento” que encontraron la forma para que el ataque tuviera mayor continuidad. La TV, generadora del dinero requerido por la apertura, demandaba que el juego fuera más atractivo para “la caja boba”.(Acá hay mucha carga ideológica, el que téngala por no escrita, total la batalla se perdió, mal que me pese).
Que hicieron entonces ? Le otorgaron al ataque la formidable ventaja de poder efectuar, el tackleado, un movimiento en el suelo para permitir la continuidad del avance.
Esto trajo algo más impensable, aún, por ser contrario a la esencia del juego : si el portador de la pelota no tenía pase seguro, pues la defensa así lo había logrado, se entregaba al tackle para preservar el control de la pelota. Total, el reglamento le posibilitaba jugarla en el suelo, poniéndola a disposición de su equipo, para que, por la manera en que eran efectuados, ocasionaban que la pelota quedase, necesariamente , a disposición del equipo tackleador.
Este incordio, breve y sucintamente contado, trajo consecuencias trascendentes.
Por un lado, de menor gravedad, una inusitada capacidad del árbitro para interpretar libremente y a su antojo, si los movimientos efectuados por el tacleado, en el piso generaban un penal por retención o, por el contrario, dichos movimientos no vulneraban el tiempo que, “los reformistas”, le habían acordado al ataque para que prosiga, dejando, de esa manera, tranquilos a los sponsors de la TV. Creyeron, “los del reglamento” que así nadie iba a cambiar de canal. Veremos más adelante que “la vaca se volvió toro”.
Por otro lado, ya en el plano de la insensatez, las defensas, para recuperar la pelota. comenzaron a entrenarse de otra manera. El tackle, para que fuese efectivo, debía realizarse, con fiereza, a la altura en donde el portador llevase la pelota. Las más de las veces bastante arriba de la cintura. Por el pecho, digamos. ¿ Para que ? Para que el que la lleva pierda su control y nazca, entonces, la posibilidad de ser recuperada por el equipo del tackleador. Tacklear bajo se tornó ineficaz. Más aún, los entrenadores requerían de los defensores que dos de ellos concurran sobre el portador para que, éste, no pudiese ejercer el derecho de conservar la pelota que un reglamento absurdo, por lo inequitativo y peligroso, le permitía.
Así el rugby comenzó a segregar a los jugadores que eran parecidos a seres humanos. Se empezó a definir los partidos como “muy físicos”. Para recuperar la pelota había que tacklear con una violencia desconocida años atrás. Por ende, hubo que preparase para dar y recibir golpes de una potencia inusitada. ¿ Raro no ?
Nació el tiempo de discusiones prolongadas. De tries discutidos. Los tackles agónicos, dejaron de ser tales pues, si alguien era detenido a un metro del ingoal, había opción de realizar otro movimiento y llegar a la conquista, aún asido. Del premio por juntarle los tobillos, a costa de perder algún diente, ni noticias.
Después vino la pelota con techo. Risible e ilegible. Discutible y opinable.
En paralelo, en lugar de legislar con claridad, se regló que la pelota debía soltarse “inmediatamente”. El metro patrón de la inmediatez se desconoce.
Todo este fárrago legal atentó contra la lucidez del juego. Se logró, exactamente , el efecto contrario al buscado.
Los sistemas defensivos fueron trabajados al máximo para achicar esa ventaja injusta que, desde el reglamento, le había sacado el ataque. Los sistemas defensivos parten del supuesto que la pelota es irrecuperable a través del tackle. Nos ponemos lo más plano posible para que no nos perforen. Solo el equipo defensor recuperará la pelota si el equipo atacante comete un knock. Este equipo juega al “pick and go ” . Situación generadora de marmotas. Hoy los partidos parecen “catch con pelota” . Visualmente , salvo excepciones el juego es un plomazo. Y pensar que los patrocinadores anhelaban “jogo bonito”.
A todo esto, en el centro de este burdel hay un hombre, que se presume está para dar una mano a los que juegan. Se la pasa dando explicaciones de lo inexplicable y haciendo señales como un agente de tránsito en un día de apagón en el Obelisco. Pobre siempre siempre tiene la culpa de algo.
Pero, desde hace poco, desde la temporada pasada, creo, la cosa se tornó demencial. El juego mismo creo la figura del “pescador”.
Nuevo rol del jugador de rugby. Es el que intentará, ante la perversidad reglamentaria, poner la cuota de justicia equitativa que el tackle, por si solo, no ha logrado. Tratará de traer para su lado, para su equipo, la pelota que, arteramente , al amparo de una norma legal injusta y contraria al espíritu y a la historia del rugby, ha preservado el equipo que atacaba. A pesar de haber llegado primero al lugar de los hechos, este joven está desamparado y en peligro.
Está gravemente expuesto a quedar lisiado de por vida. Si así como lo digo. Ya hay casos desoladores.
Espero que mis nietos de persistir esta regla, no jueguen al rugby.
Nunca creí que el reglamento que durante mas de cien años fue conformándose sabiamente y al que muchos hombres le incorporaron lo mejor de sí, fuese capaz de contener tamaña locura.
No solo está expuesto a caer de cabeza por el empuje de los suyos, sino que, legalmente, puede ser embestido por los que llegan en apoyo del tackleado.
Esto es criminal.
Su posición, para la búsqueda de la pelota, con el cuello doblado hacia abajo, es absolutamente más peligroso que la circunstancia que les presenta, a las primeras líneas en ocasión del colapso del scrum.
Felipe Contepomi, en el último test con Gales, en Vélez, estuvo a un tris de tener una lesión irrecuperable.
¿ Que esperamos para seguir generando cuadriplejicos ?.
El rugby tuvo pocas lesiones en su historia porque, siempre se sabe de donde viene el golpe. Todos sabemos que los peores cimbronazos son aquellos que ocurren cuando el contacto no está dentro del campo visual que contiene la pelota.
La cuestión descripta se potencia en las divisiones juveniles. Los músculos del cuello que defienden las cervicales aún no se han desarrollado.
Es necesario que la Unión Argentina de Rugby alguna vez se haga oír en los foros competentes. Debemos darnos una política al respecto. No comemos la galletita de que nosotros carecemos de la técnica individual para jugar esta faceta del juego.
La cuestión está demencialmente resuelta por el reglamento.
Hay que ir con la solución a donde sea y ésta, se me ocurre, no es otra que volver a la equidad perdida cuando se devaluó el tackle, como herramienta de la defensa para el recupero de la pelota, convirtiéndolo en auxiliar servil del ataque monocorde y poco creativo :
LA PELOTA NO PUEDE SER JUGADA NI POR EL TACKLEADO NI POR EL TACKLEADOR, AQUEL DEBE SOLTARLA Y DEJARLA EN EL SUELO SIN REALIZAR MOVIMIENTO ALGUNO.
El problema hay que plantearlo descarnadamente, con todas las letras, si es que creemos que el rugby puede seguir siendo un medio para mejorar a las personas que lo juegan, mas allá de los embates que sufriera los últimos años”.
Rodolfo Felipe O’Reilly.
Septiembre de 2006.
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