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«Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos». La gimnasta Simone Biles –retirada por un ataque de ansiedad de la competición por equipos y del concurso completo individual– condensa en esta reflexión su sentir en Tokio y, por extensión, el de numerosos deportistas de élite.
La tensión bien entendida y por tanto controlada es inherente a la competición de máximo nivel, pero puede convertirse en el mayor rival de los atletas si la gestión es equivocada y surgen cuadros de estrés, inseguridades, miedos escénicos, el temor a defraudar... La autoexigencia desmedida y la presión externa que pueden generar los equipos, las federaciones, los patrocinadores y los medios componen en...
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