Un inesperado giro de 180 grados cambió por completo el paisaje urbano en la provincia doce meses atrás. Irrumpió la pandemia, sin previo aviso, revolucionándolo casi todo. En este año, se ha pasado del bullicio en las calles en un territorio turístico a las colas con distancia de seguridad a las puertas de los locales, de los abrazos, besos y sonrisas, a las mascarillas de multitud de diseños... Los usuarios del transporte público han caído en picado y el silencio se ha normalizado desde primera hora de la noche por un toque de queda que sigue vigente. Los ayuntamientos, las administraciones más próximas a los ciudadanos, se vieron obligadas a cambiar prioridades, aparcando grandes inversiones. La situación también forzó el impulso de nuevas formas de relación con la gestión electrónica.