La primera impresión al pisar los pasillos del Hospital de Emergencias Isabel Zendal es de desconcierto. Aquello no parece un hospital. No, al menos, lo que habitualmente conocemos: salir del ascensor y encontrar un pasillo salpicado de puertas que dan a habitaciones para dos o, a lo sumo tres camas, donde resuenan las televisiones y un par de visitas se sientan a los pies de la cama. El Zendal no es nada de esto: los techos inmensos dan aún más amplitud a un espacio dividido en grandes espacios rectangulares ocupados por una docena de camas cada uno y organizados de cuatro en cuatro en torno a un control de enfermería. Desde allí, de un vistazo, se puede supervisar el estado... Ver Más