España lleva más de diez años instalada en un desenfrenado aumento de la deuda pública, y cada vez hay que buscar más dinero para hacerle frente. La práctica de gastar al debe es una constante desde hace más de una década, tanto en tiempos de crisis como de bonanza. Sea cual sea la coyuntura económica del país, las administraciones gastan sistemáticamente por encima de sus posibilidades. Y la nueva crisis desatada por el Covid ha desbocado el déficit a una velocidad desconocida. En solo seis meses, del 1 de febrero al 31 de julio, la deuda pública aumentó en 95.326 millones de euros y rozaba ya los 1,3 billones de euros.
Esa creciente deuda pública deja una factura cada vez más indigesta. Entre vencimientos de deuda (amortizaciones forzosas) e intereses, las administraciones españolas tuvieron que abonar el año pasado
167.585 millones de euros, 17.000 millones más que en 2016 y exactamente el doble que en 2010.
Este 2020 se calcula que rondarán los 180.000 millones de euros, a tenor de las previsiones presupuestarias de las administraciones públicas y del incremento interanual que acumulaban esas partidas hasta julio. De momento, los datos de ejecución presupuestaria indican que, en la primera mitad de este 2020, España ha tenido que hacer frente a 556 millones de euros diarios entre amortizaciones e intereses.
Amortizaciones e intereses son una factura real, pero no es palpable en el caso de la deuda pública. Pasa desapercibida para el ciudadano. Queda en una especie de nebulosa porque el Estado, en vez de pagarla con su caja de caudales -con cargo al bolsillo de ciudadanos y empresas-, la afronta pidiendo más dinero prestado. Unos préstamos en los que, además, incluye el déficit en el que sistemáticamente incurre año tras año. Por eso la bola de la deuda cada vez es más grande.
Los costes financieros que provoca el endeudamiento público español son de órdago: los intereses de la deuda ya se tragan cada hora 4,4 millones de euros. Más de 106 millones de euros cada día. Y eso que el precio del dinero está en mínimos históricos, con unos tipos de interés por los suelos. Si volvieran a crecer y escalara la prima de riesgo, España se enfrentaría a un oscuro panorama. De momento, el Banco Central Europeo (BCE) sigue siendo el gran parapeto que evita el precipicio.
Déficit constante, con crisis o sin ella
Entre la Administración central, las autonómicas y las entidades locales (ayuntamientos, diputaciones, consejos y cabildos insulares), el año pasado se gastaron 33.799 millones de euros en intereses de su deuda pública. En 2014 llegaron a ser 41.335 millones. Entre 2014 y 2019 hubo un descenso, pero no porque mejorara el endeudamiento sino por el desplome de los tipos de interés. Si un día vuelven a subir a los niveles que estaban en aquellos años, la factura se desorbitará y comprometerá una gruesa porción del presupuesto común de los españoles. Es un riesgo latente que llevan tiempo advirtiendo un buen número de expertos, que urgen a introducir reformas capaces de eliminar el gasto público improductivo para meter en vereda el déficit sistemático en el que se han instalado las administraciones españolas.
Desde hace 12 años, los gobiernos se endeudan sistemáticamente en España. Siempre gastan más de lo que ingresan, haya crisis o bonanza. Entre 2008 y 2013, durante la recesión, el sector público español engordó su deuda pública un 122%. Se sobrendeudó en 536.691 millones de euros en esos años de crisis. El problema es que en los años de crecimiento económico que llegaron después no solo no redujo la deuda sino que la aumentó en otros 211.555 millones de euros. Del 31 de diciembre de 2013 al 31 de diciembre de 2019, el sector público español incrementó su endeudamiento un 22% adicional. Y del 1 de enero al 31 de julio de este 2020, las administraciones se han sobrendeudado en algo más de 100.000 millones de euros. Desde que llegó el coronavirus, la deuda pública galopa desbocada.
Incierto futuro
Esa continua escalada aumenta la vulnerabilidad de las cuentas públicas y, por extensión, la de la economía en su conjunto. De momento, esa vulnerabilidad la neutraliza la garantía del Banco Central Europeo, su política de compra de deuda. Pero está por ver hasta cuándo mantiene esa estrategia y, por tanto, en qué momento tendrá que vérselas España ante los mercados financieros sin el ventajoso soporte que ahora le procura el BCE.
Por volumen de endeudamiento, España ahora está mucho más expuesta en términos de deuda de lo que lo estaba en 2008, cuando estalló la anterior crisis económica.
«La deuda pública española es una bola de nieve que no para de crecer. El día que el BCE diga ‘se acabó la juerga’, veremos la voracidad de los mercados financieros ante nuestro endeudamiento», advierte el analista económico Juan Carlos Higueras, profesor de EAE Business School.
«Yonkis» de la deuda
«No ha parado de aumentar la deuda porque las administraciones están jugando mucho con los bajos tipos de interés que arrastramos. Los políticos son ‘yonkis’ de la deuda. Pero cuando los tipos de interés dejen de ser tan bajos, y en algún momento ocurrirá, el problema va a ser tremendo, porque los intereses de la deuda pública se van a comer una gran parte del presupuesto», indica Higueras.
Este analista cree que el sobrendeudamiento, que se está disparando por la crisis del Covid, va a seguir engordando de forma acelerada durante años. «Probablemente acabaremos el año con una deuda pública en el entorno del 125% del PIB, y va a ser muy complicado revertir la situación. De entrada, hasta el año 2023 ó 2024 es muy complicado que recuperemos la economía que teníamos antes del Covid, y con la situación económica y política que tenemos va a ser muy difícil entrar en superávit de las cuentas públicas, porque tenemos unos políticos acostumbrados a gobernar con déficit».
Rafael Pampillón, profesor del IE Business School, considera urgente eliminar el gasto público «improductivo, innecesario» -empezando por las excesivas estructuras políticas- y, para combatir el déficit, también aboga por ajustar los ingresos con algún repunte impositivo -propone eliminar el IVA reducido y superreducido, cuando la economía lo permita-. Pampillón insiste en la importancia de reducir el gasto público prescindible, porque «hay que compensar los sobrecostes derivados de la crisis del coronavirus.
Respecto al riesgo de que una subida de tipos descalabre las arcas españolas, Pampillón lo ve improbable, pese a los riesgos intrínsecos a un endeudamiento excesivo. «Países como Bélgica o Italia también han tenido deudas tremendas y han sobrevivido -afirma Pampillón-, no creo que en este momento vayan a subir los tipos y el Banco Central Europeo seguirá dando cobertura por tiempo».
