Entre todos los misterios que tejen la vida humana, el mal es un abismo en el que nos sentimos ahogar. Más aún cuando ese mal tiene que ver directamente con la decisión, libre o enloquecida, de una persona que estaba cerca, con un rostro y una historia que presumíamos conocer. Durante más de cuatro años la desaparición de Manuela Chavero ha permanecido como un enigma sin solución, tiempo suficiente para desalentar a cualquiera. Sólo la llama encendida de la espera en sus familiares, y la firme determinación de los investigadores de la Guardia Civil han soportado semejante periodo sin derrumbarse.
Hace pocas horas esa perseverancia encontró fruto, aunque sea tan amargo. Un vecino de Manuela, en la localidad pacense de...
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