Comida de cumpleaños en agosto. Un día raso, esplendoroso en un jardín con piscina, dominando desde un alto las estribaciones de Baiona con las Cíes allá al fondo. Empezamos instalados en la ortodoxia anti-Covid, muy modositos. No superábamos el número de personas autorizadas en las reuniones y manteníamos una cierta distancia al hablar, como debe ser. Pero a la homenajeada, ay, le habían regalado, entre otros obsequios, un simpático barrilete de Heineken con su grifo incluido. Con aquel mediodía de calor, pronto empezamos a jugar a camareros y a despacharnos cañas mientras armábamos el asado. Corrió con alegría la birra (que no se bebe con pajita y mascarilla exactamente). Luego vino el blanco y el tinto de la comida. Y...
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