Después del confinamiento apetece salir al campo a respirar libertad y a extender la vista por horizontes dilatados. He regresado, después de muchos años, a la sierra de Otíñar, un paraje bastante solitario a pesar de que solo dista unos kilómetros de Jaén. Me he sentado, como otras veces, a la sombra de un monumento insólito levantado, en medio de la nada, a Carlos III «padre de sus pueblos», porque trazó aquella carretera para incorporar el «desierto» (como lo llamaban) a la civilización (también lo hizo con las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y con La Carlota de Sevilla).
A la sombra del vitor de Otíñar, que descubrí en mi juventud montañera, me he puesto a considerar la que está cayendo...
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