El rostro de Antoine Griezmann minutos antes de que comenzara el partido reflejaba toda la frustración acumulada durante la temporada. Su suplencia ante el Bayern, en un partido clave para el devenir de la Champions, se unía a la de otros días también importantes en los que Setién ha optado por otros compañeros para ocupar un lugar en el once inicial.
Griezmann llegó el pasado verano con la vitola de gran estrella. De aspirante al Balón de Oro. El galo se sentía al mismo nivel de Messi y Ronaldo, pero su primera temporada de azulgrana ha rebajado su estatus y devaluado su nombre en el mercado europeo.
Con apenas incidencia en el juego del Barcelona, Griezmann ha ido perdiendo importancia hasta convertirse en un suplente de lujo. 120 millones en el banquillo y, lo que es peor, la falta total de confianza por parte del técnico y sus compañeros.
Ante el Bayern, Griezmann asistió a la goleada histórica de la primera mitad desde la grada y solo fue reclamado por Setién cuando el choque era ya imposible para los azulgranas. Un marrón en toda regla que no ayudó a que terminara con buen sabor su primera temporada en el Barcelona. Un año para olvidar que podría ser el último, pues su rendimiento podría invitar al club azulgrana a buscarle hueco en algún traspaso en las próximas semanas.
