Esta ignota producción australiana consigue el milagro de caminar por la cuerda floja sin caerse. Se trata de conjugar lo que empieza pareciendo la aburrida crónica de un pringado que va dando tumbos por la vida o así… con una brutal historia de zombis. Pero zombis canónicos, de los del maestro de Pittsburg, George A. Romero: andar despacioso, inteligencia aún más lenta, aspecto descuidado y un apetito insaciable. Lentos pero seguros, aparecen inopinadamente cuando llevamos un buen rato de metraje (y casi hemos tirado la toalla), amenazando el parque recreacional en donde pasan el día nuestros protagonistas. Y agárrense, que son niños pequeños en su mayoría.
Esta es la cuerda floja a que me refería: ¿se puede compatibilizar el gore de rigor en una de zombis con la sensibilidad infantil? Y, ¿se puede volver a contar un tipo de trama, que ya huele, de no-muertos con un toque de humor o al menos de distanciamiento que no cancele su propia premisa de terror ignominioso? Estas y otras preguntas, que suelen tender a provocar cortocircuitos a la hora de encontrar el tono de un relato o de sentarse a disfrutarlo, conocen una respuesta satisfactoria en esta función sin grandes pretensiones. Eso sí, el guionista y director Abe Forsythe reconoce el salto que da su pequeño protagonista al pasar de matar monstruitos en un juego de realidad virtual a enfrentarse a ellos en el mundo ligeramente más real de la propia película. Puede que de mayor… le veamos en otra de terror haciendo de Freddy Krueger.
Valoración de ABCPlay
Antonio Weinrichter
