Combatir la corrupción sería el primer propósito del Presidente de la República. O, por lo menos, ese designio es una de las piedras angulares de su discurso. La gran mayoría de la gente de ahora no vivió el experimento de la mentada “renovación moral de la sociedad” que tuvo lugar en el sexenio de Miguel de la Madrid y apenas se ha enterado, en tiempos más o menos recientes, de la creación de instituciones públicas dirigidas precisamente a eso, a establecer primeramente normas de operación de obligado acatamiento por los entes del gobierno y a supervisar luego su debido cumplimiento.
En todo caso, la lucha contra las prácticas de siempre de los funcionarios coludidos con el sector empresarial ha fracasado, por decir lo menos, y la mera existencia, en estos mismos momentos, de miles de empleados gubernamentales —inspectores, agentes aduaneros, verificadores de normas, comisionados, fiscales, funcionarios del Ministerio Público, responsables de trámites, policías, etcétera, etcétera— dedicados a extorsionar a los ciudadanos por poco que estos requieran de un permiso de construcción o de tal o cual autorización para operar un negocio o que se vean en la ineludible necesidad de realizar una simple diligencia oficial, la mera supervivencia de esa casta de operadores de mordidas —repito— viene siendo una prueba tan palmaria como incontestable de que las cosas no han cambiado gran cosa en este país, más allá de las buenas intenciones, las proclamas, los discursos y las promesas.
Cada régimen ajusta cuentas con quienes le antecedieron en el poder, desde luego, pero en la gran mayoría de los casos no podemos hablar de que se está haciendo justicia sino de que las acciones emprendidas van con dedicatoria, por así decirlo, y que el destinatario no es sino la víctima directa de una venganza política o culpable de haber pertenecido al bando perdedor entre grupos enfrentados. Ya otro ex director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, fue encarcelado en su momento, ya vimos a un poderosísimo líder sindical petrolero, Joaquín Hernández Galicia alias La Quina, tras las rejas y Rosario Robles lleva casi un año en prisión.
El tema sería, en efecto, combatir la corrupción. Pero no nada más la de antes. La de ahora, sobre todo.
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