El 5 de junio de 1945, el cuerpo de Josephine Ross, de 43 años, fue hallado cosido a puñaladas en su departamento. El criminal no sustrajo objetos de valor, solo algunas prendas íntimas de la víctima.
Seis meses después, Frances Brown, de 33 años, recibió una visita inesperada en su domicilio. Varios impactos de bala le quitaron la vida.
Antes de marcharse, el criminal escribió con lápiz labial un mensaje en la pared: “Por el amor de Dios, atrápenme antes de que vuelva a matar; no me puedo controlar”.
La noche del 7 de enero de 1946, Suzanne Degnan, de seis años, fue estrangulada en el interior de su casa. El asesino cargó el cuerpo hasta el sótano de un edificio, la descuartizó y arrojó las partes en diferentes alcantarillas de la ciudad.
Williams Heirens iba a cumplir 18 años al ser detenido. Fue condenado a prisión de por vida. Estuvo 65 años encerrado antes de morir, el 5 de marzo de 2012, en el olvido.
A las 3 de la mañana del 1 de enero de 1981, la policía de Minnesota recibió una llamada extraña. Entre sollozos, un hombre indicó que en las vías del tren había una joven herida.
Karen Potack había sido golpeada en la cabeza con una barra de acero. Fue violada mientras estuvo inconsciente. Al terminar de satisfacerse, el agresor rebanó la garganta de la víctima. Pese a todo, Karen sobrevivió.
Medio año después, Kimberly Compton, de 18 años, fue brutalmente atacada. Nuevamente, un hombre se comunicó con la policía: “Maldita sea, ¿no pueden encontrarme? Acabo de matar a alguien con un picahielo”.
Dos días más tarde, el hombre llamó a la policía y explicó que se iba a entregar, cosa que no hizo.
El 21 de agosto de 1982, un sujeto atacó con un desarmador a Denise Williams, de 21 años. La joven se defendió y golpeó con una botella la cabeza de su atacante, movimiento que le salvó la vida.
Incapaz de contener la hemorragia de su cabeza, el agresor solicitó ayuda al 911. Un policía escuchó el mensaje y reconoció a El Asesino de la Voz Llorosa.
Paul Stephani fue detenido y llevado a juicio, donde fue condenado a morir en prisión.
En 1997, tras enterarse que padecía cáncer de piel y que no le quedaba mucho de vida, confesó otros dos asesinatos, solicitando el perdón de los familiares de las víctimas.
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