Los pueblos pequeños de toda España luchan para mantener estos locales de ocio, que ejercen como único centro social en el que se reúnen los vecinos
Hubo unos meses en los que el único bar que había en Villalbarba (132 habitantes, Valladolid) era el de su penúltima sílaba. No había donde disputar las acaloradas partidas de dominó ni donde tomar un café o una cerveza; el ocio se limitaba a quedarse en casa o salir a pasear por el páramo eterno que rodea esta población, un binomio poco estimulante para las relaciones sociales en localidades tan pequeñas. Un hombre que camina despacio, bien abrigado, lo deja claro: “Si no hay un cacho bar en un pueblo, no nos miramos nadie”. Hasta que llegó Yasmín Colino.