Hasta ahora nos aliviábamos con la sátira, la ironía o la crítica destemplada, ante ese espectáculo de cesiones, en las que la entrega de hoy ya sabíamos que sería inferior a la de mañana. Pero hemos llegado a una situación tan inaudita, que no sé si espanta más la desmedida ambición del extorsionador o la escandalosa y complaciente transigencia del extorsionado. Este fin de semana, cuando escuché a Salvador Illa –sin mostrar apariencias de haberse escapado de un frenopático– exigir que, como Cataluña aportaba mucho, debía recibir mucho también, naturalmente con la implícita correlación de que los territorios que aportaran poco deberían recibir muy poco, casi llegue a la estupefacción, y espero que Barcelona reivindique que como aporta a Cataluña...
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