Cuando escucho la palabra se me viene a la cabeza recuerdos entrañables de mi juventud. Era el vocablo más repetido en boca de una amiga aquellas sofocantes noches de verano en un pueblo de la Campiña al que se acercaban los muchachos de otras localidades vecinas a pasar algunas horas de diversión. «Ése es forastero». No había mala intención en la expresión. Sólo estaba haciendo su personalísima radiografía de la movida. Hasta ahora, vinculaba este término, más cariñoso que extranjero o guiri, a un jovial pasado que no volverá. Sin embargo, hace unos días sentí extrañeza al pensar en el concepto. El pasado sábado una fugaz visita a Sevilla de unos familiares de Madrid me llevó, sin querer, a recorrer...
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