Óscar Sánchez, un lavacoches de Barcelona, penó 626 días en una cárcel de Nápoles. Lo detuvieron en 2010 y lo extraditaron a Italia, acusado de traficar con drogas para la Camorra. La prueba clave, una llamada hecha desde un móvil a su nombre (alguien había suplantado su identidad con su DNI). Una pericial lingüística realizada por un supuesto experto dinamitó su vida. El narco del pinchazo telefónico seseaba, voseaba y soltaba palabras como guacho o rebueno. Unos giros inusuales en Motngat, el pueblo del Maresme del que procedía Óscar, que no distinguió el perito porque ni siquiera dominaba el español. No importó: le condenaron a 14 años y fueron necesarias seis periciales más desmontando la tesis inicial para que lo...
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