Los movimientos juveniles han logrado, en estos últimos años, impregnar al resto de la sociedad con su conciencia de lucha contra el cambio climático, llevando al primerísimo plano una batalla que nos corresponde a todos abordar cuanto antes. Muy pocos, los más ciegos quizás, continúan instalados en el negacionismo del mayor de los retos a los que la sociedad se está enfrentando en los últimos siglos, dando la espalda a un reto que se ha tornado intergeneracional.
La juventud y quienes estamos concienciados hemos ido quitando muchas gafas de madera en estos años y hemos hecho de institutos y facultades núcleos duros de lucha contra el problema del clima. Un problema que los Gobiernos del PP han relegado a la última esquina en sus Consejos de Ministros y que el Presidente Sánchez ha situado en el centro de sus políticas, como uno de los ejes transversales de la acción de este ejecutivo progresista, con la vicepresidenta, Teresa Ribera, al frente.
No hay más que mirar hacia el proyecto de Ley de Cambio climático y Transición Energética, presentado en el Congreso el pasado mes de mayo por el Gobierno, para cerciorarse de que todo lo que emana de la mesa de este Consejo de Ministros tiene el desafío de la transición ecológica como eje central. Un texto que, a todas luces, pretende dar respuesta a una problemática que implique a toda la sociedad, en general, y en particular, a la juventud por su enorme capacidad de implicación social y política.
El proyecto de Ley pone el punto de mira en la transformación de medios de producción y consumo energético, velando por la integridad del medio que nos acoge, el bienestar social, y la coherencia económica necesaria para llevar a cabo las adaptaciones requeridas para la modernización de nuestro país.
Una metamorfosis verde que atañe también a nuestra forma de consumo. Un consumo que ha de ser consumo responsable, como una forma más de activismo, y que debe ejercerse desde aquellos que podemos dar ejemplo. Además, no podemos omitir los grandes acuerdos en torno a la protección del Medio Ambiente, como a las políticas y recomendaciones internacionales sobre la reducción de residuos. El Gobierno que encabeza Pedro Sánchez ya ponía de manifiesto esta necesidad de la Emergencia Climática y Ambiental, haciendo mención a la necesidad de alcanzar mediante una ley el "residuo cero", así como una Estrategia de Economía Circular.
Es imposible negar el efecto nocivo de los combustibles fósiles, tanto en el medio ambiente como en nuestra salud. Un país como el nuestro, uno de los que cuenta con más horas de sol al año y que atesora un gran potencial para la producción de energías renovables, es un país que ni debe ni puede mirar hacia otro lado.
Necesitamos seguir trabajando para que la producción energética mayoritaria provenga de estas fuentes, intentando así minimizar al máximo los daños sufridos por el medio ambiente, tanto en la obtención como en la emisión de gases que favorecen el efecto invernadero.
Por eso, los jóvenes de nuestro país estamos llamados a liderar estos cambios y guiar a toda la sociedad hacia una protección férrea del planeta para evitar sus devastadoras consecuencias ya que, algunas de ellas nos están pisando los talones. Sin ir más lejos, son numerosos los estudios que recogen la destrucción de la biodiversidad en el Mediterráneo, la previsible afectación que tendría sobre el aumento de las temperaturas o el colapso al que han sometido al Mar Menor que, ante la falta de control en el vertido de residuos y la desplanificación urbanística, han llevado a la laguna a una situación crítica aunque, esperemos que salvable con las actuaciones que está liderando la Vicepresidenta Cuarta, ante la dejadez de los sucesivos gobiernos murcianos. El Gobierno nacional está implicado, como implicados hay en algunos gobiernos autonómicos, pero esta lucha es común y debemos ponerla en agenda en aquellos lugares donde no sea prioritaria.
Es nuestro deber seguir demandando al Gobierno que continúe con su línea de actuación, como hasta ahora, en sistemas de movilidad responsables con el medio, ya sea mediante la renovación de flota automovilística, ayudas para el fomento del uso de energías limpias y la colaboración con otras entidades políticas, tales como autonomías o ayuntamientos, para la implantación de vías seguras para ciclistas o la renovación de sus sistemas de transporte público, así como el fomento de su uso, entre otras medidas que es necesario implantar e implementar. Pero no podemos quedarnos ahí. Tanto nuestra salud como la economía dependen directamente del medio ambiente, aunque en muchas ocasiones nuestras actitudes parezcan empeñadas en destruirlo.
Hay que revertir la tendencia que como sociedad hemos marcado en el último medio siglo que es cuando más acusado se ha hecho este declive. Nuestro uso y nuestro abuso han propiciado el deterioro directo de diversos ecosistemas: la tala indiscriminada, los incendios que asolan cada año diferentes puntos de nuestro país, la urbanización de espacios naturales, la sobreexplotación de recursos o, directamente, la contaminación que amenaza a decenas de ciudades españolas.
Nosotros y nosotras, la ciudadanía, tenemos ante nosotros el mayor reto social de nuestra era. Sin duda, estamos hablando de un desafío intergeneracional, pero con una responsabilidad mayúscula en mi generación y en las que me preceden. Hemos de cambiar los hábitos de vida y dar ejemplo, hemos de concienciar, actuando y hemos de reivindicar, cambiando.
Desde la implicación personal hasta la gubernamental. Cualquiera de las piezas que componen este engranaje de lucha contra el cambio climático es esencial para combatirlo de una manera firme. Todos y todas debemos de ser punta y lanza en este reto sin precedentes.