Tuvo el Barcelona que ponerse el mono de trabajo para ganar un partido que tenía controlado. Después de la primera jugada icónica este curso de fuera de juego, que acabó en gol pero no subió al marcador, el Estrella Roja era incapaz de llegar a la portería de Iñaki Peña. Pasados los 25 minutos, su estadística reflejaba un cero en tiros a puerta, fuera o rebotados, pero el primero fue a la red. Consiguió combinar rápido el equipo serbio: Seol, Ndiaye y Krunic, que fue quien filtró el pase definitivo que anotó Silas, escapando de la trampa de la posición ilegal. Lo rompía Gerard Martín, una de las novedades en la alineación de Flick. También Iñaki Peña hizo un movimiento extraño, como si estuviera descolocado, y casi se apartó en lugar de intentar atrapar la pelota.
Así se le complicaba al Barcelona un partido que hasta ese momento estaba siendo casi un monólogo. El primer tanto había llegado en una acción a balón parado, en un cabezazo maravilloso de Iñigo Martínez, con un habilidoso giro de cuello para darle efecto, pues estaba casi sin ángulo, después del centro de Raphinha. Las sensaciones eran todavía mejores que el resultado. El conjunto español apretaba en la presión, con Marc Casadó al frente de esa labor, y sólo se jugaba en una dirección: la del meta Ilic. Lamine Yamal era quien ponía la fantasía y el encuentro parecía en espera de ver cómo llegaba el segundo. Pero lo que llegó fue el empate y durante unos minutos se despistó el Barça. Logró el Estrella Roja tener más la pelota. Se animó con el resultado a ir más arriba y eso también le hizo dejar más espacios, lo que transformó el partido en un ida y vuelta que, en el fondo, tampoco parecía mal plan para los chicos de Flick, por la diferencia de calidad. Hay pocos en el fútbol actual que tengas más que Lamine. El joven extremo roza en cada partido la jugada «maradoniana» y asusta a los rivales. Su llegada por derecha hizo retroceder a los serbios y el disparo de Raphinha lo rebañó Lewandowski después de que tocara en el poste. Oportunista, de «9», el atacante polaco sigue en racha.
No sería la última asociación entre el trío de atacantes azulgrana. Más clara fue la que tuvo en el comienzo de la segunda parte, que el delantero mandó fuera cuando ya se cantaba el gol. No estaba el Barça para bromas. Flick tiró de las orejas a los suyos tras la relajación del último día ante el Espanyol, y no se repitió hasta que quedó todo decidido. No perdonó la siguiente Lewandowski, que sólo tuvo que empujar el centro de Koundé; y tampoco Raphinha, también asistido por el francés, aunque su tiro era más complicado. Pero está inspiradísimo el brasileño, como su colega polaco: ven la portería enorme y casi todo lo que tocan va para adentro. En el origen de los tres últimos goles había estado Lamine.
Presumió de tridente el Barcelona en el Pequeño Maracaná y sube posiciones en esta extraña Champions en la que nadie sabe qué hará falta para clasificarse. Ya está en puestos de clasificación directa a octavos.
No había acabado la exhibición de pases definitivos de Koundé, un gran defensor que se está entendiendo de maravilla con Lamine en ataque. Su tercera asistencia la remató Fermín. Después, Milson se dio un homenaje con un gran tanto que seguro que molesta a Flick. El alemán, eso sí, dio minutos a jugadores que lo necesitan como De Jong (titular) y Gavi.