Nadie podía imaginar que el Real Madrid, a comienzos de noviembre, estuviera dando estas señales tan preocupantes de agotamiento físico y mental. Transita por el campo como un zombi. Es una versión familiar, reconocible desde cierta distancia, pero al mismo tiempo desconocida por completo. A Ancelotti se le están iluminando todas las luces de advertencia del salpicadero del coche y ya no sabe qué demonios tocar y cambiar para intentar arrancarlo. Incluso ya se le encienden esos testigos que uno no sabe realmente ni qué significan y que nunca antes había visto parpadear. Es un fallo general del sistema. Un colapso. Porque este Madrid, ahora mismo, no tiene ni alma ni cerebro. Un buen ejemplo del estado anímico del equipo...
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