Hay siete puertos en la penúltima fecha de la Vuelta a España, siempre un plato fuerte al gusto de los organizadores por la salsa picante, y hay noticia imprevista en la carrera. Abandonan tres ciclistas del Red Bull-Bora en ese sabroso cruce por los puertos que franquean las provincias de Burgos y Cantabria. De repente el líder Roglic se ha quedado medio desnudo, en cierto desamparo por la cadena de puertos y la amenaza latente. Pero nadie le ataca, nadie atenta contra su férrea determinación de ganar la cuarta Vuelta. No lo hace Enric Mas o el Movistar, tampoco Carapaz y el Education First, menos el maillot rojo derrocado Ben O'Connor... No hay fuerzas, personalidad o confianza para plantear un asalto en condiciones. En esa tesitura el esloveno sentencia la Vuelta a España en el Picón Blanco, un puerto de potente desnivel, y el irlandés Dunbar logra una bonita victoria. Queda una etapa, una contrarreloj de 24 kilómetros de la nueva Telefónica a la antigua sede de Gran Vía , y es probable que Ben O'Connor, el australiano que defendió con honor su maillot rojo durante dos tercios de la Vuelta, obtenga el premio a su coraje con el segundo puesto en el podio de Madrid. Enric Mas y Richard Carapaz pelearán por el tercer puesto. Los puertos del día refrescan la memoria de épocas pasadas, antiguas ediciones de la Vuelta cuando José María García activaba a los torerillos, trajinaba en las emisoras de los directores de equipo y convertía la carrera en un espectáculo tal que mucha gente creyó que aquello era mejor que el Tour. Son los puertos de Estacas de Trueba, Portillo de la Sía, Lunada o los Tornos. Viejas glorias de la ronda española con una identidad común. Eran los antiguos caminos de paso entre la meseta castellana y las provincias del Cantábrico. Lugares emblemáticos, puertos largos y tendidos, carreteras sinuosas, preciosos perfiles de la España vacía y silenciosa. La organización plantea un trazado desequilibrante, con miga, nada de micropuertos paredes, sino largas ascensiones, terreno de emboscada. Por allí comparecen los de siempre, los más animosos de la carrera, Marc Soler y su tropa, Pablo Castrillo y su ambición , Jay Vine y demás compañía. No hay opción para los fugados esta vez porque el equipo de Mikel Landa (T-Rex en esta Vuelta, Soudal la temporada) quiere resarcirse del estropicio por Álava en el que el vasco perdió hasta los calcetines y la oportunidad de podio. Landa quiere ganar la etapa e impide que la fuga triunfe. Pero más importante que eso es la desbandada de los ciclistas del Red Bull . Denz, Gamper y Martínez se han retirado afectados por algún virus o intoxicación que no ha alcanzado a Roglic, pero que lo deja en minoría frente a los ataques. El paso por los altos abre una herida en el equipaje del líder, Nico Denz, Patrick Gamper y finalmente Daniel Felipe Martínez, uno de los principales escuderos en la escuadra, se retiran de la carrera durante la etapa. Lo que no consiguen sus adversarios, lo podía lograr una enfermedad. « No se sentían muy bien esta mañana en el hotel, algo pasaba, pero no sé qué era. Yo, afortunadamente, me encuentro bien», explicó Roglic luego en la meta del Picón Blanco. Pero la duda se había instalado en el pelotón al ver cómo el esloveno perdía unidades del árbol ( también Vlasov se descolgó , aunque no se bajó de la bicicleta). Se podía pensar que al líder también le podría afectar el mismo malestar que inutilizó a sus compañeros. En ese suspense que alentó una emoción imprevista, Roglic se quedó con Roger Adriá y Florian Lipowitz. Los dos colaboradores del esloveno cumplieron su trabajo a la perfección, cuando más auxilio necesitaba el líder, marcando el paso en los dos últimos puertos. Pero por encima de todo, salió a relucir el carácter rocoso y competitivo de Roglic. Un ciclista superior que hace frente con serenidad con determinación y firmeza, se pone al frente del pelotón, marca el paso y desafía a sus rivales. Roglic impone un ritmo en el Picón Blanco, impone su jersey rojo, su palmarés de tres Vueltas conquistadas. Es demasiado para Enric Mas, que siempre mira atrás cuando acelera o levanta el codo pidiendo un relevo. Mucho para Richard Carapaz, ciclista de coraje y fe, que ha pasado dos años grises y ha vuelto al primer plano. Y es demasiado para O’Connor, que bastante tiene con aguantar. Mikel Landa exhibe su antigua ambición, ese cartel que anunciaba el landismo decadente, pero ya no tienen la misma pegada sus derrotes. Cuando Roglic aprieta, Landa vuelve al grupo. En la última cima de la Vuelta, el mejor de la carrera se afianza, sentencia el resultado y se dispone a recoger su galardón esta noche en las calles de Madrid.