Como si fuera la primera, Rafael Nadal celebra haber alcanzado la final de Bastad con la emoción en su rostro, brazos abiertos y mirada al cielo. Este domingo, contra el portugués Nuno Borges, 27 años y 51 del mundo. Ha costado mucho llegar hasta aquí y por eso es especial. Será hoy su pelea número 131 por un título (72 en tierra batida, a cuatro de Vilas), con la intención de sumar el trofeo 93 a su vitrina. Pero más allá de estas cifras, significa estar en el camino correcto de lo que quería desde hace ya demasiado tiempo. Porque Nadal, 38 años y 261 del mundo, vuelve a una final de un torneo 777 días después, desde aquel Roland Garros 2022 que alzó ante Casper Ruud y que simbolizó la decimocuarta Copa de los Mosqueteros y el último Grand Slam, el 22, por ahora. De Nadal es imposible hablar en términos exactos. Siempre hay una zona de gris por la que se cuela el balear para hacer brillar otra vez esa derecha envenenada, esa capacidad de lucha inagotable y ese orgullo infinito por seguir haciendo lo que más le gusta. Y por seguir alcanzando las cotas que se pone. En Bastad, la meta era coger horas de vuelo, rodaje y automatismos, aunque tenga entidad en sí mismo el torneo, decía, como para que sea solo una preparación para los Juegos Olímpicos de París. Se ha ido acercando a ese estado en las rondas superadas. Con muchas curvas, requiebros y ejercicios de tenacidad y pundonor especialmente en esos cuartos de final de cuatro horas contra Mariano Navone (6-7 (2), 7-5 y 7-5) y también en la semifinal contra Duje Ajdukovic (4-6, 6-3 y 6-4). Más de dos horas de brillanteces y apagones, de errores y aciertos. «El nivel de tenis no es malo, lo que ocurre es que a veces pierdo la concentración sin saber por qué, y empiezo a no saber cómo ganar puntos. En esos momentos me desordeno». Pero de ser Nadal en estado puro y volver a demostrar que cualquier partido contra él se hace muy largo. El croata, 23 años y 130 del mundo, llegaba sin miedo ni respeto por todo lo que simbolizaba quien tenía al otro lado de la red. Volaba con su revés y se mantuvo muy seguro al inicio, sin temblar cuando le arrebató el saque en el primer juego, sin reblar cuando sacó para ganar el parcial. Pero hay que hacer mucho más para derribar a este Nadal que sigue y persigue su plan olímpico, y más allá. Aun con pesadez de piernas fruto del cansancio, y desconexiones fugaces, el español fue elevando el nivel de agresividad para doblegar al croata y regalarse, una vez más, y ya son 131, la agradable sensación de pelear por un título. Y con 38 años, no es baladí. Es el primer tenista que juega una final con dos décadas de diferencia, desde Auckland 2004. Es la segunda final que juega en el torneo sueco, después de aquella que ganó hace 19 años (en 2005 ante Tomas Berdych, 2-6, 6-2 y 6-4). Y es casi el Nadal de siempre. Por su afán competitivo, por su ejercicio de superación que no desfallece con la edad, por su alegría por volver a otra sonrisa y a otra gran tarde. Aunque el cuerpo le pidió retirarse de la competición de dobles que compartía con Casper Ruud. «Siempre es una gran sensación volver a una final. Hace mucho tiempo que no ganaba cuatro partidos seguidos. Todavía estoy en ese proceso de recuperar tantas cosas que he perdido y con una cirugía hace un año, y no ha sido fácil. Pero sigo luchando. Hay muchas cosas que debo mejorar. Lo principal es la lectura del juego, la elección del tiro correcto. Voy recuperando la velocidad de piernas que me permite tirar con potencia mi derecha», comentó el tenista, recordando, es verdad, que desde Wimbledon 2022 no había encadenado cuatro sonrisas. Aquel Grand Slam supuso el inicio de ese calvario que se ha alargado dos temporadas, pues a la lesión en el abdominal justo antes de las semifinales de Londres ante Nick Kyrgios, le siguieron solo cuatro torneos: primeras rondas en Cincinnati y París-Bercy, octavos en el US Open y la ronda previa de la Copa de Maestros. Ya en 2023, un tímido inicio con tres derrotas en cuatro partidos y el parón definitivo hasta 2024, con cirugía de cadera el día de su 37 cumpleaños. Y, como dice el balear, tampoco este curso ha sido fácil, con otra lesión producida en Brisbane, otro parón de los grandes, y la carrera contra el reloj biológico y de competición por llegar a Roland Garros. Donde estuvo cerca, pero le faltaron un par de partidos para alcanzar cotas mayores; y le sobró debutar con Alexander Zverev. Pero está de nuevo donde quería, consciente de que falta, pero con la misma sonrisa y la misma sensación. Hoy, ante Nuno Borges , a quien nunca se ha enfrentado. A partir de mañana, París 2024. La final entre Rafael Nadal y Nuno Borges está programada para este domingo 21 de julio a las 14.00 horas. El partido entre Nadal y Borges se emite por Movistar+ , plataforma que tiene los derechos del ATP 250 de Bastad. Y podrá seguir el minuto a minuto y toda la información sobre el torneo en ABC.es