Federico García Lorca , que también lo tenía, trató de definir en vano el duende como ese poder misterioso que hemos sentido alguna vez y que ningún filósofo acierta a explicar. O sea, que el mago de las palabras no fue tampoco capaz de embridar con ninguna de ellas el sentimiento único e irrepetible que, muy de vez en cuando, nos pone la carne de gallina de pura emoción. Ese espíritu juguetón que duerme y se activa sólo cuando a él le da la gana fue el que llevó a un crítico que nadie conoce a publicar en 'The New York Times' una crónica inexistente sobre el arte de la Lola de España: «Ni canta ni baila, pero no se...
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