Este Roland Garros ya es Roland Garros. Ya hay multitud de gorras y camisetas con el símbolo del toro y colas que dan la vuelta a la pista para ver entrenar a Rafael Nadal. El recinto y el público sí echaron en falta al campeón de 14 Copas de los Mosqueteros en 2023, pero Nadal vuelve para ilusionar al personal porque apenas hay diferencias con aquel que completó otro milagro en ese 2022 con un pie adormecido. Gradas llenas en la pista 2, cien personas esperando su oportunidad para verlo aunque sea un minuto golpear a la pelota y convertirse en el Nadal que todos esperan. Dentro, arropado por su equipo, el balear suda, que las nubes se han ido, y ensaya los saques a las esquinas y a la T, también los golpes profundos y se marca un buen partido de entrenamiento ante Mariano Navone, que sufre la electricidad del español, tan igual a 2022 y a la vez tan distinto. Es distinto el recorrido. Un largo año de parón competitivo en el que apenas suma cinco partidos en 2023 y otros once en este 2024. Pero en Roland Garros, minutos de espera en este viernes primaveral en París para hacerse una foto en su estatua, Nadal es más Nadal que nunca. O el Nadal de siempre. Noticias Relacionadas estandar No Tenis Djokovic mejora sus sensaciones y avanza a semifinales en Suiza M. Z. estandar No Tenis El pronóstico de Toni Nadal sobre lo que pasará con Rafa en Roland Garros: «Si llega a la segunda semana....» Virginia López Esplá Después de aquella frenada en seco inoportuna en Brisbane, desgarro muscular, aterrizó suave en la tierra batida. Un comienzo dubitativo y sin forzar en el Conde de Godó, del que se marchó en segunda ronda ante De Miñaur; un paso más ilusionante en Madrid, donde se despidió por todo lo alto con tres partidos de rodaje ante Darwin Blanch (6-1 y 6-0), el propio De Miñaur (7-6 (6) y 6-3), Pedro Cachín (6-1, 6-7 (5) y 6-3) antes de caer con honra y honores de héroe contra Jiri Lehecka (7-5 y 6-4). En Roma, un tropiezo ante un muro llamado Hubert Hurkacz en segunda ronda que, sin embargo, no empaña el crecimiento porque esto es París. Fino y a la vez contundente con la derecha, se bate una hora en la pequeña y recogida pista 2 y, en su salida, pide disculpas a los aficionados que suspiran por un autógrafo porque no tiene tiempo que perder. Hay gestos de pena en el balear y en los niños que lo esperan con la pelota y el bolígrafo preparados, pero Nadal no puede pararse, se excusa, porque tiene reservada la Philippe Chatrier, su jardín particular, para bregarse otra hora larga también contra Navone. Le quedan dos días para afinar la muñeca y las piernas, pues se estrenará con Alexander Zverev, un examen de los difíciles, el lunes. Pero la ambición y la ilusión, con la que ilumina de nuevo París, está de serie. Nadal ha venido a Roland Garros a reconquistar la plaza que dejó libre el año pasado, que nadie lo dude. Y Roland Garros lo celebra.