Campeón el pasado domingo de las 24 Horas de Le Mans, último clasificado en el Gran Premio de Francia de Fórmula 1. Así son las paradojas de un deporte que requiere, sobre todo, coche. Y Fernando Alonso carece de un bólido dominante en la F1. Un cúmulo de circunstancias adversas llevó al español al último lugar de la clasificación de la carrera. Buen domingo para Carlos Sainz, octavo. Y victoria de Lewis Hamilton, que recupera el liderato del Mundial.
Empieza a llegar el momento que se temían muchos aficionados españoles a la Fórmula 1. Se celebra como un éxito un octavo puesto de Carlos Sainz después de lo que ha sido este deporte en España con Fernando Alonso. Campeón del mundo, una nación que cambiaba ruedas con él, audiencias de televisión al nivel del Mundial de fútbol y una industria alrededor del piloto asturiano. No es que Sainz tenga culpa alguna. Al revés. El madrileño cumple con su profesión de manera admirable. Pero su resultado sabe a poco en comparación con lo que hizo Alonso.
En el Gran Premio de Francia, Sainz prevaleció sobre Alonso. Protagonista el madrileño y desenfocado el asturiano. La salida elevó a Sainz a unlugar impensable teniendo en cuenta el escalafón técnico dominante en la F1. Era tercero con un coche francés en Francia. Se golpearon Vettel y Bottas enla salida, se estrellaron Ocón y Gasly. Lío total y astucia de Sainz, que se coló en una tercera plaza para soñar, mientras el coche de seguridad conducía al pelotón.
Esa tercera plaza fue un espejismo porque Ferrari, Mercedes y Red Bull están varios escalones por encima y sin posibilidad de que nadie interfiera. Así que Sainz empezó a caer hasta que se instaló sexto, rebasado por Vettel y Bottas que habían chocado y eran últimos. Un pequeño desfallecimiento de su motor le relegó al final a la octava plaza.
Alonso acabó último y enfadado. Ya lo había advertido por radio: «Estoy sin frenos, sin neumáticos, estamos fuera de los puntos e intentando hacer lo que sea, pero no me importa demasiado».